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La Gerencia y la Educación Postmoderna Crítica (2001)



PROLOGO

Cuando el lector baja al ruedo y se enfrenta con la obra nueva y desconocida, siente una esperanzada ansiedad. El título y la introducción vislumbran ideas, novedades conceptuales y hasta sorpresivas propuestas. La curiosidad está servida en mantel de expectativas para continuar la transformación de la estructura social y para aclamar la muerte de la rutina. A partir de este momento, llega la hora de la verdad.
Leí las galeradas de la nueva obra del profesor Mora-García con lacerante espíritu crítico, buscando la razón para, sin saberlo, intentar llegar a la sin razón. Y la razón se asombró. Además leí la obra neonata en México, precisamente en una semana de juicio en la que tembló media República, hasta 5,6 en la escala de Richter, y se inundó el desierto de las altas tierras de Monterrey con una triste realidad necrológica. Estaba en medio de la incertidumbre y metido en el corazón del caos. Entendí entonces lo importante que es simbiotizar con el contexto para entender la realidad que no es ni triste ni alegre, sino por el contrario, como ruptura definitiva con el eterno esquema maniqueo. En esa realidad, de esa manera, y sin que pueda ser de otra comencé la lectura de un texto aún «libre». Las páginas pasaban y traían aires nuevos con arpegios portadores de nuevas bromas que sonaban a estridencias; pero, no. Consistía este fenómeno en una duda engendrada por la prisa. Era preciso leer despacio, muy despacio, y ayudarse de material de apoyo para tener clarividencia de lo dicho sin desenfoques interpretativos en la decodificación del mensaje. La obra se hace densa por la novedad del mensaje y por el exuberante, pertinente y rico apoyo nacido de autores cuya pertenencia a diversos paradigmas, escuelas o tendencias dan un surtido “collage” para que el lector juzgue, elija y se quede con lo que sea a su parámetro de interpretación del mundo y de la vida actual.
Cuando terminé la lectura, que en cada página nueva me unía más al autor, emití un primer juicio en el silencio del avión que me devolvía a Venezuela desde la querida ciudad de Monterrey. Este libro es una veta inagotable, y de longitud casi inalcanzable, para la reflexión. Sugiere tanto, que lo que dice en su texto expreso con un lenguaje denotativo y fático es apenas sugerente comparado con la propuesta de dejar libre toda la personalidad para que vuele, con la libertad que da lo original y lo creativo, por donde bien le plazca como Icaro eternamente curioso. También vi esta obra como un instrumento útil para darle vueltas y contravueltas a una cotidianidad que obnubila la razón hasta consumirla en su impotencia. Así fue como surgió la necesidad de una segunda lectura, aquella que Fernández Huerta decía que era e1 escalón apropiado para la lectura creativa. Sin querer, o porque la obra así lo sugiere había llegado al umbral de la incertidumbre. Las ideas van y vienen sin estar sujetas a la rienda, clara evidencia de los tiempos que vivimos, en todos lados nos esperan y en cualquier dirección podemos ir.
A esta forma de lectura me refería cuando en principio hablé de “una óbra para la reflexión”. Creo que así hay que leerla, ausentes, los dogmatismos convergentes; pero presentes: la imaginación, lo intangible y lo divergente cuyo máximo exponente es la creatividad. Allí empieza la búsqueda del equilibrio.

Dr. Adalberto Fernández A.
Catedrático de la Universidad Autónoma de Barcelona-España.