LEONARDO
RUIZ PINEDA,
EL
ALMA DE LA DEMOCRACIA VENEZOLANA DEL SIGLO XX (1)
Dr. José Pascual Mora
García(2)
Coordinador de Postgrado de
la ULA-Táchira
“En Acción Democrática
tiene panteones en el
alma de cada militante.
Pero también los tiene en
toda Venezuela. Leonardo
traspasó las fronteras
ideológicas para hacerse
un capital de la patria.”
Domingo Alberto Rangel,
1958
Resumen.
El presente trabajo analiza la historia biográfica de
Leonardo Ruiz Pineda (1916 -1952). En el mismo se exponen los enfoques de la
nueva historia, echando mano de la metodología de la historia de las
mentalidades y representaciones hemos logrado recuperar la historia de la mujer
en la vida del mártir de la resistencia. Igualmente presentamos una visión en
la cual se recuperan los códigos deontológicos de su pensamiento.
Palabras claves: democracia, deontología, historia
Introducción.
La historia de la democracia venezolana está
emparentada con la historia del mártir de la resistencia, el ruiseñor de la
Libertad: Leonardo Ruiz Pineda; porque la historia del tachirense está signada
por la heroicidad. Leonardo _ nos agrega Domingo Alberto Rangel_ “fue el héroe
de la Venezuela contemporánea. El 21 de octubre ha sido para el país tan luctuoso como aquella mañana en que unas manos
criminales segaron la vida del Mariscal Antonio José de Sucre. En la historia
de la patria no hay dos episodios que guarden tan estrecho parecido. Berruecos
y Caracas se enlazan por encima de los ciento y tantos años que los separan. En
Berruecos aniquilaron la conciencia de Colombia para que el crimen contra las instituciones no tuviera testigos. En
Caracas apagaron la voz de la democracia para que la usurpación siguiese
haciendo su nefanda siesta. Leonardo tenía mucho de Sucre.”(3)
Casi como un mandato materno, los tachirenses nacemos
con la antorcha del sacrificio debajo del brazo para conquistar los destinos
nacionales y proclamar la libertad. Testigos de ese proceso son los Comuneros
de 1781, los pioneros de la Campaña Admirable de 1813 que acompañaron a
Bolívar, la Revolución Restauradora de Cipriano Castro (1899) y Juan Pablo
Peñaloza, el padre del liberalismo amarillo, quien rindiera su vida en la lucha
por los ideales liberales en el Castillo de Puerto Cabello, a pesar de los dolorosos
grillos con que sujetaban sus tobillos no lograron silenciar la voz de la
justicia
libertaria: “si nos unimos llegaremos más alto”,
confesaba al poeta del pueblo Andrés Eloy Blanco.
Pero el hito más importante del siglo XX, fue haber
parido a uno de sus hijos predilectos para que fuera el Aquiles de la
democracia venezolana, a Leonardo Ruiz Pineda. Leonardo fue ese héroe que se
hizo pueblo y luego se transformó en el altar del sacrificio en el alma del
pueblo venezolano; como bien lo dijera Ramón J. Velásquez: “matar a Leonardo
era transformar su carne temporal en bronce eterno. Matar a Leonardo era tan
absurdo y tan inútil como asesinar la mañana, o disparar contra la luz del sol.
Matar a Leonardo era tan necio como matar a un pueblo. Porque Leonardo era el
pueblo, invulnerable, avasallante. Leonardo asesinado es bandera y grito de
victoria, y ejército innumerable. En la noche turbia de octubre, como en el
rito supremo de la más sangrienta religión los oscuros asesinos entregaron a la
patria, transfigurando y definitivo, un héroe y un camino. Este tiempo
necesitaba su héroe, y lo tuvo en Leonardo. Poderoso en su debilidad de hombre
inerme, armado de su fe conmovió oscuras y seculares potestades; entendió a su
tierra y amó a Venezuela con pasión de enamorado y devoción de creyente; dominó
todos los secretos de la lucha civil y predicó la necesidad de la disciplina y
del estudio como instrumentos para dirigir a los pueblos desde el poder;
practicó la convivencia y desechó la anécdota para buscar en las causas
trascendentales, la explicación de nuestros males y las fórmulas para su
remedio.” (4)
Decirse tachirense es casi como hacer una declaración
de fe democrática. Y aunque hemos tenido las dos caras de la moneda en el
liderazgo de la palestra política nacional, hay que decir que esencialmente el
gentilicio tachirense es libertario y demócrata. Así como no existe el bien sin
el mal, y no existe el día sin la noche, tampoco existe la luz sin la sombra; y
es que los tachirenses somos amantes del bien, del día y de la luz.
1. LEONARDO, LA
LUZ DE UN PUEBLO.
Hoy debemos potenciar a Leonardo Ruiz Pineda como la
proto-representación más significativa de la democracia tachirense, porque hay
una tendencia caraqueña a estigmatizar al tachirense para hacerlo parecer como
hijo de la barbarie. Debemos hipostasiar su nombre permanentemente, cuidar
celosamente que los monumentos, instituciones, escuelas y liceos que lleven su
nombre para no sean cambiados o destruidos; porque allí está garantizada la
memoria colectiva que se convierte en mentalidad colectiva y perpetuidad de los
pueblos. Curiosamente la colección de la Biblioteca de Autores y Temas
Tachirenses que supera las doscientos tomos publicados no tiene una sola obra dedicada
exclusivamente a Leonardo Ruiz Pineda, sólo podemos encontrar cuatro ensayos al
interno de la trilogía de obras de Anselmo Amado sobre Gente del Táchira. Sin
embargo, hay una colección de obras y capítulos de libros sobre Juan Vicente
Gómez, que superan casi los 10 tomos, escritos por representantes de diferentes
generaciones. Ofrezco
humildemente que este trabajo sea incorporado en un
libro colectivo que nos animemos a publicar en su memoria, y estoy seguro que
el Dr. Ramón J. Velásquez verá con agrado.
La empresa mnemocida está en marcha, y en un pueblo
con una memoria fugaz, como somos los venezolanos, es necesario estar siempre
recordando nuestros padres fundadores de la democracia venezolana. Ya fue
cambiado el epónimo en la Represa Hidroeléctrica; así que a ser cancerberos
para velar por su memoria. Lo que no se podrá cambiar es el “alma del pueblo”,
que lleva en su seno la herencia de la democracia ruizpinedariana.
Debemos encender las alarmas, las nuevas generaciones
no lo conocen, tenemos una Biblioteca Pública con su epónimo, pero no hay
siquiera un volante que diga quién fue Leonardo Ruiz Pineda. Tenemos escuelas
que llevan su epónimo, pero no conocen sus profesores y alumnos quién fue
Leonardo Ruiz Pineda. Esa historia institucional de la educación que dé cuenta
de los epónimos queremos reconstruirla en la Maestría de Historia de Venezuela
que iniciamos en la Universidad de Los Andes-Táchira, porque no sólo debemos
advertir sino ser actores.
Nos enseña la filosofía hegeliana que la verdad se
encuentra en la unión de l os contrarios, pero al mismo tiempo, se concluye que
síntesis es la que persevera, es la supera la contradicción. De manera que no
nos amilanamos ante las dificultades sino que esperamos ser esa síntesis de
unión de los contrarios, porque los venezolanos somos iguales en la diferencia.
Los tachirenses somos hijos de la luz, somos hijos de la libertad, somos hijos
de la democracia, porque en nuestras venas corre la sangre patricia de nuestros
libertadores y la sangre del mártir de la resistencia democrática por
antonomasia. Hoy venimos esta bella ciudad pontálida para renovar ese
compromiso con la democracia, ese juramento con la herencia libertaria de
Leonardo Ruiz Pineda. Con razón lo definía Rómulo Gallegos como “corazón
tachirense, recio y de noble calidad, puso Ruiz Pineda en el amor grande y
esforzado a lo venezolano integral. Corazón de montaña criadora de fortaleza y abrigadora
de apretado cariño al terrón del suelo natal, pero alentadora también de empinamiento
a cumbres para ancho y hondo respiro de generosos aires de inmensidad” (5).
Tan especial era su don de gente, que era admirado por
igual entre partidarios, adversarios políticos e independientes, quienes le
respetaban por igual; “sus compañeros de partido siempre nos complacimos -
continúa diciendo Rómulo Gallegos - en admirar en él, junto con la firmeza del
luchador político atenido a una ideología, la rectitud de la conducta personal pública y privada y en armonía con la clara
inteligencia, la bondad, la afabilidad cautivadora de simpatía, la fina, la
óptima calidad humana, y estas condiciones se las reconocían también sus
adversarios políticos que dentro de sus respectivas organizaciones partidistas
compartían con la nuestra el legítimo derecho a la contienda de las opiniones, como también se las admiraban los mejores hombres de
la posición independiente.”(6)
El tiempo no ha podido negar ni borrar que Rubio parió
a uno de los patriarcas de la democracia venezolana, y hoy estamos aquí para
recordarlo, pero fundamentalmente para sembrar sus ideas en las nuevas
generaciones que aspiramos a vivir una democracia que respete el principio de
la diversidad, una democracia que sea capaz tolerar la disidencia, pero por
encima de todo, una democracia que ayude al pueblo a madurar políticamente. Le hacemos
flaco favor al pueblo adoctrinándolo en la psicología del hambre , por el
estómago se manipula más que por la razón.
Esa herencia del “buenismo social” nos ha convertido
en un pueblo dependiente del papá Estado mega-actor, y ha profundizado la
dependencia edípica como pueblo. Como pueblo no hemos superado el complejo de
Edipo, seguimos siendo hijos adultos que vivimos dependientes en la casa de los
padres; debemos alcanzar la madurez mental para entender que el trabajo y solo el trabajo con eficacia
y eficiencia nos harán superar la dependencia.
No venimos a quejarnos por la muerte de un mártir,
seríamos necios de una realidad que no podemos cambiar, venimos a sembrar y
resembrar en nuestras conciencias con los valores trascendentales que hicieron
de Leonardo Ruiz Pineda el Alma de la democracia venezolana. Estoy seguro que
su alma inmortal nos agradecerá más por ser cultor de su pensamiento que por
andar buscando culpables; ya el presidente Rómulo Gallegos, cuando recibió la
noticia de su martirologio en México, escribía el 25 de octubre de 1952: “yo no
tengo mano conformada para arrojar la brasa del corazón a los incendios de la
violencia, ni me muevo entre hombres que les confíen a las llamaradas de la
venganza el crecimiento del pan de la justicia, y sin mengua de la firmeza de
la acusación a que estamos obligados, invito a mis compañeros a total presencia
de ánimo, en alturas de serenidad responsable ante el destino de nuestro
pueblo, a fin de que, sin que el agrio rencor nos tuerza la buena sustancia del
dolor venezolano que aquí nos reúne, sea honrada siempre entre nosotros la memoria
de nuestro compañero, mártir del ideal democrático. El de la fina valentía y gozosa
audacia. Leonardo Ruiz Pineda. Vivo y perenne entre nosotros.” (7) (p. 351) Hoy
cuando nuestra Venezuela clama a gritos la paz ciudadana y la seguridad del
país, necesitamos comprometer nuestros espíritus con el cultivo de una cultura
de paz siguiendo los ejemplos señeros de estos grandes hombres. La Universidad
de Los Andes-Táchira consciente de esta necesidad ha proyectado el desarrollo
de una Maestría en Educación mención Cultura de Paz, Derechos Humanos y
Educación en Emergencia, así que los invitamos a todos.
2. EL HÉROE EN
SU ORIGEN PRIMIGENIO.
Por alguna razón, el pensador tachirense Ramón J.
Velásquez dijera que en la frontera venezolana nace y termina la patria, y nada
más oportuno para recordar que desde Rubio todos los días se escenifica el
altar de la nacionalidad; en ese escenario nació Leonardo Ruiz Pineda, un 28 de
septiembre de 1926. Hijo de Víctor Ruiz y Rosa Pineda, vio la luz en una
callejuela del Barrio La Palmita, cerca del cauce de la Quebrada La Capacha,
nos recuerda don Rafael María Rosales, que su casa la describió Leonardo como: “ancho
mundo de correrías por cuyo corredor di los locos saltos de una niñez con
bolsillos atestados de piedras, golosinas, botones de colores y el trompo mágico
y rumbero” (p. 524.) (8)
En la Escuela Federal Junín estudió la educación
primaria, siendo sus maestros Marcos Eugenio, Eudoxio Pedraza, Fray Antonio
María Sierra, los Pbros. Mejía y Castañeda, junto al Hermano Suárez. Continúa
sus estudios en el Liceo Simón Bolívar (9), siendo su alumno entre 1931-1932.
Allí recibiendo la impronta formativa de Carlos Rangel Lamus, el maestro recio
pero el amigo sincero. De su paso por el Liceo Simón Bolívar comenta Ramón J.
Velásquez: “yo lo vi llegar, adolescente, al colegio de la capital provinciana.
Traía la sonrisa que fue bandera de concordia en sus días de político combatiente.
Y con una melena nigérrima que le daba cierto aire de bohemio. Hablaba de Rubén
Darío y Rufino Blanco Fombona y de Guillermo Valencia ante un auditorio
alelado, de inocentes muchachos pueblerinos (…) Era un estudiante brillante,
pero su actitud no le granjeaba la simpatía de sus maestros. No era díscolo,
pero sus respuestas estaban siempre fuera del molde de las repeticiones permitidas”(10).
Recibió la influencia de uno de los grandes intelectuales tachirenses, Antonio
Quintero García, de quien recibió y mejoró la vena poética, especialmente
recibió la influencia de la poesía rusa, la novelística soviética, y la poesía
vanguardista. Leonardo publicó en la revista, de Quintero García, que llevaba por
nombre El Mástil. (11)
3. CARACAS, EL
CENTRO DE FORMACIÓN POLÍTICA.
De San Cristóbal se traslada a Caracas en 1933, allí
se relaciona con grandes humoristas como Leoncio Martínez, y recibe la noticia
de la muerte de Juan Vicente Gómez, e inicia así la labor de líder estudiantil
convocando estudiantinas, asambleas y periódicos. Dirige la Voz del Estudiante,
semanario de luchas estudiantiles. Como líder es captado por el naciente partido PDN,
Partido Democrático Nacional. Retorna al Táchira y ya en la palestra política
propone su nombre junto con Rafael María Rosales a la Asamblea Legislativa des
Estado por el Distrito Junín. En 1940 se gradúa de abogado en la Universidad
Central de Venezuela. En San Cristóbal cultiva su vocación periodística en el
Diario Fronteras, fundado de su peculio personal, y sirve de órgano para desarrollar
sus ideas políticas. Lo propio hace el periódico El Centinela, de donde saldría
su obra Ventanas al mundo, producto de su columna.
Curiosamente el centralismo caraqueño ha sembrado
sospechas de nuestra condición de venezolanidad, pero hay que recordarles
siempre que desde la frontera venezolana se refundó la república. Así lo
manifestó Bolívar una mañana del 1 de marzo de 1813, en el inicio de la Campaña
Admirable hace doscientos años, y hoy tendríamos que señalar que con Leonardo
se refunda la democracia venezolana, porque su martirio se convirtió en pueblo;
“este héroe y mártir de la política venezolana, en la hora de la diáspora y de
la aventura de la resistencia, es uno de los venezolanos discutidos y a la vez
más admirados al valorizar el sacrificio y su entrega a la realidad de una
patria mejor. Es porque este ´guerrillero de la libertad´ lo aportó todo al
bien de Venezuela, mientras otros nada aportaron y mucho quisieron cobrar en el
momento del balance o sea cuando el destino del país cambia la oscuridad de los
caminos por la luz del recobrar democrático”(12).
Su primer cargo de importancia nacional lo logra al
ser designado primer Secretario de la Junta Revolucionaria, del 18 de octubre
de 1945. Cargo de rápido transcurrir, pues casi inmediatamente es nombrado
Gobernador del Estado Táchira, el 23 de octubre de 1945, siendo Cesar Morales
Carrero, el Secretario General de Gobierno. El 30 de diciembre del mismo año es
electa la delegación representante a la Convención Nacional del Partido Acción
Democrática, compuesta por: Pedro Roa González, Pedro J. Flores, Rodrigo Casanova,
Jorge Alfonso Porras Rodrigo y la Señora Rosa García Lozada.
Luego de transitar los tres años como Gobernador del
Estado Táchira, y tras el triunfo de Rómulo Gallegos en la Presidencia de la
República, Leonardo es convocado en 1948 a asumir de Ministro de
Comunicaciones, la despedida se hizo el 21 de febrero de 1948, en el Hotel
Royal siendo el orador de orden, el galeno Juvenal Curiel. Se encargaría de la
Gobernación del Estado Táchira, el coronel Esteban Chalbaud Cardona.(13)
Nuevamente el poder fue esquivo a su gestión, y el 24
de noviembre de 1948, tras el golpe de estado a Rómulo Gallegos es detenido. Tiempo
que aprovechó para escribir una novela sobre su infancia. Al ser puesto en libertad
el 19 de abril de 1949, se ocupó de movilizar al partido, que había sido desmembrado
y desterrado. Esconde su nombre con el pseudónimo de Alfredo, con el cual logró
burlar, por cierto tiempo, las persecuciones de los esbirros de la Seguridad
Nacional. Logra rescatar a Alberto Carnevalli, y la fuga fue el detonante que
desató la más cruel persecución, en la que hasta su esposa y sus hijas
sufrieron los maltratos más impúdicos.
4. LA MUJER EN
LA VIDA DE LEONARDO.
Durante la etapa en que fue Gobernador del Estado
Táchira se casó con la tachirense Aura Elena, hecho que es recuperado gracias a
la narración de ella misma: “Yo tenía 15 años de edad cuando conocí a Leonardo.
Él tenía 26 años. Fue en mayo de 1943, yo militaba en la Asociación Juvenil de
Táchira. Él era un hombre excepcional, con dulzura, serenidad y capacidad de
comprensión extraordinaria, escribía poesía. Después de 2 o 3 meses nos hicimos
novios. Dos años y medio después nos casamos. Era diciembre de 1945. Nuestro
matrimonio constituyó un acontecimiento casi insólito en San Cristóbal. Era el
primer gobernador que se casaba en ejercicio. Un año después nació nuestra hija
mayor, Magda, y en septiembre de 1948 fue nombrado ministro
de Comunicaciones del gobierno de Rómulo Gallegos. Cuando le dieron el golpe de
Estado a Gallegos, él estaba en Miraflores y fue uno de los primeros presos.
Cuando entró a la Cárcel Modelo, yo estaba embarazada de mi segunda hija,
Natasha. Estuvo preso hasta el 19 de abril de 1949. Lo dejaron libre, pero en
julio de ese año lo buscaron para encarcelarlo de nuevo. No lo encontraron,
pero desde ese día comenzó la clandestinidad, quizás la época más difícil nuestra.
Desde la clandestinidad, él logró aglutinar a muchísimos dirigentes y también a
independientes que ayudaban, pero que tenían miedo a la situación política.
Pero lo peor que tiene la clandestinidad es que la familia deja de estar
unida.”(14). Esta confesión nos relata la vida marital de Leonardo Ruiz Pineda,
de lo cual queremos destacar la importancia de la mujer en su vida, a través de
su esposa y sus hijas. No tuvieron casi tiempo para integrar un hogar, sin
embargo Leonardo se las ingenió para llenar el corazón de amor y fortaleza a
sus seres queridos más íntimos.
Casi siempre que se destaca la obra de Leonardo Ruiz
Pineda se releva o ignora la importancia de su madre, mujer y sus hijas, esta
interpretación debe ser complementada y superar la tendencia dominante inspirada
en la razón patriarcal, androcéntrica, la cual ha ocultado la participación de
la mujer en la gesta libertaria y democrática; comenta la Dra. Edda Samudio,
quien desarrolla la Cátedra de la Historia de la Mujer en la Universidad de Los
Andes, que “en la investigación histórica, el hombre como sujeto universal era
el protagonista de la historia de la humanidad, mientras la mujer como sujeto
histórico permaneció ignorada o “invisibilizada”, circunstancia que responde a
la bien conocida, estudiada y enraizada concepción androcéntrica de la
disciplina, en la que han prevalecido esquemas ideológicos patriarcales bajo la
perspectiva de un sistema de valores masculinos fundamentado en diferencias
biológicas.”(15)
De manera que hoy queremos testimoniar también el
valor de la mujer tachirense al lado de Leonardo, esta valiente mujer Aura
Elena, fue capaz de postergar sus realizaciones personales para apoyar a su
esposo, luchando a su lado, siendo su apoyo moral y espiritual; retomamos aquí
de primera mano lo expresado por ella como testimonio de la solidaridad y lucha
clandestina a su lado: “Mientras él estaba escondido, _ relata_ yo trabajaba en
el Banco de Venezuela, pero con limitaciones porque siempre me seguía n los de
la Seguridad Nacional. Sin embargo, el 11 de octubre de 1951 me tocó pasar a la
clandestinidad con mis hijas, porque como no podían atrapar a mi esposo
pretendían agarrarnos a nosotras para forzarlo a entregarse. Cuando me escondí,
me jugué el todo por el todo. No me arrepiento porque lo acompañé hasta el
último momento. Todos teníamos nombres falsos: Leonardo se llamaba Alfredo
Natera, pero su cédula decía Alfredo Crespo; yo me llamaba Marta; mi hija
Magda, Martica; y a Natasha, para no cambiarle mucho el nombre porque no
entendía, le pusimos Naty. Magda tenía conciencia de que la policía nos buscaba
y asumió con responsabilidad los secretos de la clandestinidad. Nos costaba
mucho vernos, luego pudimos organizar los encuentros de una forma complicada
pero segura. Varias veces le planteé la necesidad de irnos por las niñas, pero
él no quería decepcionar a su gente. Nos fuimos quedando y quedando hasta que
lo mataron.”(16). Del texto podemos advertir algunas de su condición femenina o
femineidad, lo cual es laudable en esta confesión: primero, la vocación de
madre de Aula Elena, cual Deméter, lucha para ser la madre que lucha con sus hijas
para llevar a delante una causa, recuperación de la democracia perdida. En
segundo lugar, es la remembranza de Hécate, como esposa y compañera de vida de
Leonardo, siendo siempre hasta el final su fiel compañera.
Pero la recuperación del rol de la mujer en la
historia no sólo debe ser para resaltar cualidades, sino para señalar
expresamente su aporte en la construcción de la historia, no es accesoria su
participación, sino que debemos recuperar su rol coprotagonista de la historia.
Recordemos que no fue sino hasta 1947, cuando la mujer venezolana adquirió su
derecho como ciudadana, al ser reconocido el derecho al voto; así que es más
importante aún y meritoria la lucha de Aura Elena al lado de Leonardo; “la
historiografía tradicional se ha escrito androcéntricamente, mientras que las
mujeres apenas han sido mencionadas por su belleza, virtudes o heroísmo, a las
de hoy no les queda otra alternativa que reescribir la historia en clave
femenina, lo cual significa reinterpretar la historia, crear nuevos conceptos y
revisar la metodología, de forma tal que la mujer se convierta a sí misma en
sujeto de la historia para poder ser reconocida como tal. Esto significa
construir un discurso que le daría mayor coherencia y estabilidad a la
historia, debido a que la actuación femenina también sería incorporada al
universo de pensamientos, y su obra estudiada en la perspectiva del
conocimiento científico. Solo así podría observarse
que la historia de cada país, no ha sido un proceso exclusivamente protagonizado
por hombres, sino también por mujeres, en vista de que ningún género ha
contribuido más o menos al todo, sino que cada uno con la actuación
correspondida, ha intervenido en el escenario de la obra y en todo aquello que
ha sido importante y útil.”(17)
Aura Elena pudo realizar su vida más allá de la
existencia física de Leonardo, se sobrepuso y pudo realizar su vida fuera del
país, la mojigatería criolla anima que la mujer debe ser entregada a un luto
perenne luego de la muerte del esposo. Pero Aura Elena dio muestra de ser una
mujer moderna que lleva en su corazón el hombre amado, pero que es capaz de
superar la adversidad. Luego de ser liberada manifiesta: “tras unos meses en la
cárcel, me expulsaron del país el 31 de enero de 1953. Puse como condición
salir con mis hijas, mi suegra y mi hermano de 17 años de edad que había caído
preso sólo por ser cuñado de Leonardo. El 31 de enero de 1953 salí rumbo a
Madrid. Allí viví 6 o 7 meses con 300 dólares que me enviaban compañeros desde
Venezuela, luego partí a Nueva York para trabajar. En un viaje a México me encontré
con Alejandro Ferrer, un exilado venezolano, abogado y adeco como Leonardo, que
también estaba solo. Nos enamoramos y me volví a casar en 1954. Con él tuve 2
hijos: Alejandro y Carmendelia, y crió a las niñas de Leonardo como suyas.
Vivimos casi 54 años juntos, murió hace 3 años. Los de la Seguridad Nacional me
quitaron muchas cosas, documentos, fotos, poemas de Leonardo Ruiz Pineda.
Algunas me las devolvieron y se las repartí a mis hijas. No me quitaron su
recuerdo.”(18).
Hay un hecho que no queremos dejar pasar inadvertido
en aras de la recuperación del rol de la mujer en la vida de Leonardo, y se
trata del detalle de su esposa al exigir que junto a sus hijas, les acompañara
la madre de Leonardo Ruiz Pineda; lo cual nos sugiere un reconocimiento hacia
la madre quien jugó un papel determinante en su vida.
5. EL DESTINO
TRÁGICO DE UN MÁRTIR.
Cuando los días postreros se acercaban, guiado por la
sensibilidad de un hombre que presentía el desenlace deja un documento que debe
ser conocido como código deontológico del mártir de la democracia venezolana,
se trata de una carta es enviada su padre; valga la pena recitar una parte para
recordar el alma grande que era Leonardo Ruiz Pineda: “no he querido hacer de
la lucha instrumento personal de venganza para mis enemigos, no obstante que
éstos han destruido mi hogar, perseguido mi familia, sumido en la miseria
espiritual a los míos. Me he sobrepuesto a esas dificultades secundarias y me
he mantenido en un plano de altura, negado a dejarme arrastrar por impulsos elementales.
Una vez más nuestros enemigos abusan de sus ventajas transitorias y pretenden
envenenar la opinión contra nosotros. Han ideado una inescrupulosa mentira para
engañar a ingenuos y desprevenidos. Pero sabemos que quienes nos conocen y
saben de cerca nuestra formación moral rechazarán esta acusación gratuita y
canallesca. No solamente quiero que Ud., y todos los míos tengan esta
convicción firme, deseo además que gente amiga, sus allegados, mis simpatizantes personales y políticos, conozcan
esta opinión más. Haga leer a ellos estos reglones para que se despojen de
cualquier duda que les haya creado la infame acusación (…) No me he inquietado
ni acobardado por la intención de nuestros enemigos. Es muy claro que ellos
están buscando un pretexto para eliminarnos físicamente, ya que no pueden hacerlo
política ni ideológicamente. (..) Yo no me acobardaré por esta maniobra. No voy
a renunciar a mi gran deber. Tenga Ud., la seguridad de que haré honor a mis
compromisos y no vacilaré ni un solo momento en mantenerme a la altura de la
misión que me ha correspondido. Eso deben saberlo también nuestros enemigos,
porque es necesario que ellos comprendan que a nosotros nos mueve el valor
espiritual que solo las causas justas imprimen al hombre de bien. Tenga Ud., esa seguridad:
le dé que yo no abandonaré mi puesto de combate y que permaneceré en mi
trinchera hasta el triunfo definitivo.”(19)
Pronto estaría la hora del suplicio y el martirio.
Tres balazos cerraron sus ojos pero abrieron el espíritu de un pueblo que vería
la luz democrática aquel 23 de enero de 1958; “por eso su figura se releva con
su sacrificio - dirá J. M. Siso Martínez - Se yergue desde el fondo de su
historia, primer conductor de la Venezuela aherrojada, intérprete de un sentimiento
que es raíz y esencia de vivir en el agónico drama de su pueblo”. (20)
Comenta su esposa “cuando mataron a mi esposo, yo
estaba oyendo una novela en Radio Caracas. Eran las 8:10 pm del 21 de octubre de
1952. Ese día no supe nada. No había modo de saber nada. Me enteré al día
siguiente por El Nacional. En la foto aparecía él tirado en el suelo en un
charco de sangre. El periódico decía que en una calle de San Agustín del Sur
había sido muerto de un disparo Leonardo Ruiz Pineda, de 36 años de edad,
secretario general de Acción Democrática y líder en la clandestinidad porque el
partido había sido declarado ilegal por el gobierno de Marcos Pérez Jiménez. Lo
había asesinado la Seguridad Nacional. A mí nunca se me pasó por la cabeza que
lo podían matar. Él, en cambio, sí lo presentía.”(21). Casi de la misma manera
que le fuera prohibido a Antígona, en la tragedia griega del Edipo Rey, el
derecho de sepultar a su hermano Polinices, casi de manera similar, a la esposa
de Leonardo Ruiz Pineda le fue negado siquiera el derecho de ver a los restos
mortales de su esposo; y lo más lamentable es que fue detenida y llevada a la
cárcel. Semejante acto de ultraje no tiene parangón; así nos lo relata: “No me
acuerdo bien de qué hice en los primeros segundos cuando me enteré. Sé que
pronto cogí aliento y fui a reclamar su cadáver, porque quería velarlo en casa.
Fui a hablar con el propio ministro de Relaciones Interiores, Llovera Páez,
pero no me dejaron verlo. El director del despacho y el jefe de la Seguridad
Nacional, Pedro Estrada, me recibieron y me dijeron que a Leonardo lo habían enterrado
a las 4:00 am y que no me podían decir en qué sitio. Yo les contesté que si
acaso su familia no tenía derecho a verlo. No me respondieron y di por concluida
la entrevista, me volteé y ya me iba cuando Pedro Estrada dijo que estaba
detenida. En la Seguridad Nacional trataron de intimidarme, de amenazarme con
torturas, pero yo fui bastante serena con ellos. Les dije que no sabía nada, que
no era dirigente política ni nada y lo poco que sabía, después de lo que le
pasó a mi esposo, no lo iba a decir. Les dije que estaba dispuesta a aceptar
todas las torturas, pero que yo sólo era la esposa de Leonardo Ruiz Pineda. Esa
entereza la aprendí de él. Me llevaron a la Cárcel Modelo.”(22)
Sorprende en el pensamiento de Leonardo Ruiz Pineda
los postulados de la resistencia pacífica, de la no violencia; no sabemos si
conoció las ideas del libertador de la India, el idealista político Mahatma
Gandhi, pero lo cierto es que sus ideas son coetáneas. Gandhi sufrió el
martirio el 28 de enero de 1948, cuando un fanático integrista indio, le dispara
a la edad de 78 años. Guardando toda la distancia entre Leonardo y Gandhi, es bueno
recordar las enseñanzas que dejaron como líderes políticos; y en momentos de
lucha y fragor no perdieron la compostura. Entre Leonardo y Gandhi el interés
social estaba por encima del personal, por eso dieron sus vidas por los fines
superiores, decía Gandhi: “me gustaría morir cumpliendo con mi deber hasta el
último suspiro”, y Leonardo entregó su vida hasta el último suspiro por la
libertad de su pueblo.
Hoy Venezuela clama una cultura de paz entre todos, no
podemos alimentar un verbo violento y decir que somos buscador de paz, no se
puede predicar paz y hacer la violencia; para lo cual dejamos el código
deontológico gandhiano y ruizpinedariano como modelo de cultura de paz
ciudadana:
1. Decir la verdad
2. Practicar la no violencia
3. Practicar la ecuanimidad
4. No despilfarrar
5. No temer a nada ni nadie
6. Ganarse la vida con trabajo
7. Servir al prójimo
Como pueblo debemos seguir sembrando y demostrar que
no sólo queremos otro país sino que lo merecemos. Dicen los herederos del pensamiento junguiano, de Carl
Jung, que todo pueblo para que alcance su condición de pueblo tiene que tener
sus héroes fundacionales, sus propios santos, y sus proto-representaciones, e
imaginarios colectivos; con Leonardo Ruiz Pineda, Rubio, el Táchira y
Venezuela, se alcanzó ese altar y se convirtió en el cemento fundacional de la
democracia del pueblo venezolano. Pero no es suficiente haberlo alcanzado es
necesario renovarlo cada día.
Permítase para finalizar recitar las palabras finales
de Siso Martínez dedicadas Leonardo Ruiz Pineda: “Con tu muerte nació la
epifanía. Aparición de la estrella en el amanecer de un mundo nuevo. Desposorio
del pueblo con el pueblo para borrar las culpa de los hombres. Y bautizo de
púrpura en el nuevo Jordán. Incorporal, eterno en donación perenne., la propia
epifanía. Tuya es la luz sagrada que se ganó tu vida. Tuyo el laurel que legas
a tu pueblo. Tuya, muy tuya, la sangre que convirtió la turbia agua terrestre
en vino generoso para la nueva eucaristía. Y tuyo el llanto de tus compañeros
como tuya también la alegría de quienes vean el nuevo amanecer. Y tuyo, siempre
tuyo, el ayer y el mañana, el llanto y la alegría y la esperanza que fue luz en
tu espíritu y que en sagrado rito aquí en la dura tierra recogen para siempre
las inocentes hijas de tu carne y el sacrificio de tu compañera.”(23)
Señoras y
Señores
1 Conferencia dictada con ocasión del 61 aniversario
de la desaparición física del Dr. Leonardo Ruiz Pineda.
Rubio, 21 de octubre de 2013. Sede de AD, actividad
organizada por el Prof. Enrique Noguera y CEN Estado
Táchira.
2 Filósofo (Universidad Central de Venezuela, 1986);
Magister en Gerencia Educativa (UNET -1994); Doctor en Historia (USM, 2002); Doctor en Pedagogía
(URV-España, 2009). Profesor Titular de la Universidad de Los Andes, Núcleo
“Dr. Pedro Rincón Gutiérrez”. Investigador acreditado en el SPI-PPI nacional
desde 1997, alcanzando el nivel III (2009-2012), Investigador en la máxima
categoría, nivel C, según evaluación del Observatorio Nacional de Ciencia
Tecnología e Innovación (ONCTI 2011-2013). Ratificado en la evaluación en la
máxima categoría, nivel C (2013-2015). Investigador reconocido por COLCIENCIAS,
Colombia, como investigador asociado al Grupo de Investigación de Historia de
la Universidad Latinoamericana (HISULA, UPTC). Presidente de la Sociedad de
Historia de la Educación Latinoamericana (SHELA).
3 Domingo Alberto Rangel (1958) Leonardo Ruiz Pineda.
En Anselmo Amado (1974) Gente del Táchira. Tomo III. Batt., p. 354
4 Ramón J. Velásquez (s/f) Leonardo Ruiz Pineda. En
Anselmo Amado (1974) Gente del Táchira. Tomo III, BATT, p. 367
http://dspace.ucab.edu.ve/bitstream/handle/123456789/43403/rjv007900000000.pdf?sequence=2
5 Rómulo Gallegos (1952) Leonardo Ruíz Pineda. En
Anselmo Amado (1974) Gente del Táchira. Tomo III. Batt., p. 349
6 Idem., p. 348
7 Rómulo Gallegos (1952) Leonardo Ruíz Pineda. En
Anselmo Amado (1974) Gente del Táchira. Tomo III. Batt, p. 351.
8 Rafael María Rosales (1990) Imagen del Táchira, ed.
BATT, p. 524
9 Olivia Padilla A. (1995) El Liceo Simón Bolívar,
alumnos de siempre. Ed. BATT. P. 238.
10 Ramón J. Velásquez (s/f) Leonardo Ruiz Pineda. En
Anselmo Amado (1974) Gente del Táchira. Tomo III, p. 360
11 Simón Alberto Consalvi (1948) Antonio Quintero García.
En Anselmo Amado (1974) Gente del Táchira. Tomo II., p. 488
12 Rafael María Rosales (1990) Idem., p. 524
13 Luis Hernández Contreras (2010) Cien años de
historia tachirense. Ed. Proculta., p. 282
14 Mireya Tabuas (21 de octubre de 2012) “No me
quitaron el recuerdo de Ruiz Pineda”. En Diario El Nacional. Caracas.
http://www.el-nacional.com/siete_dias/quitaron-recuerdo-Ruiz-Pineda_0_65993469.html
15 Edda Samudio (2013) “La mujer en la historia de
Venezuela”, conferencia dictada en e l V Congreso
Internacional de Historia, Barquisimeto, entre el 23 y
26 de julio de 2013.
16 Mireya Tabuas (21 de octubre de 2012) “No me
quitaron el recuerdo de Ruiz Pineda”. En Diario El Nacional. Caracas.
http://www.el-nacional.com/siete_dias/quitaron-recuerdo-Ruiz-Pineda_0_65993469.html
17 Edda Samudio (2013) “La mujer en la historia de
Venezuela”, conferencia dictada en el V Congreso Internacional de Historia,
Barquisimeto, entre el 23 y 26 de julio de 2013.
18 Mireya Tabuas (21 de octubre de 2012) “No me
quitaron el recuerdo de Ruiz Pineda”. En Diario El Nacional. Caracas.
http://www.el-nacional.com/siete_dias/quitaron-recuerdo-Ruiz-Pineda_0_65993469.html
19 Leonardo Ruiz Pineda, carta a su padre. Citada por
J. M. Siso Martínez (1952) Op. Cit., p. 382-383
20 J. M. Siso Martínez (México, 4 de noviembre de
1952) Leonardo Ruiz Pineda. En Anselmo Amado (1974) Gente del Táchira. BATT.,
p. 373
21 Mireya Tabuas (21 de octubre de 2012) “No me
quitaron el recuerdo de Ruiz Pineda”. En Diario El Nacional. Caracas.
http://www.el-nacional.com/siete_dias/quitaron-recuerdo-Ruiz-Pineda_0_65993469.html
22 Idem
23 Idem., p. 385
BIBLIOGRAFÍA
Domingo Alberto Rangel (1958) Leonardo Ruiz Pineda. En
Anselmo Amado (1974) Gente
del Táchira. Tomo III. Batt.
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Venezuela”, conferencia dictada en el V
Congreso Internacional de Historia, Barquisimeto, entre
el 23 y 26 de julio de 2013.
Ramón J. Velásquez (s/f) Leonardo Ruiz Pineda. En
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Táchira. Tomo III, BATT
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nce=2
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Anselmo Amado (1974) Gente del
Táchira. Tomo III. Batt.
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Amado (1974) Gente del Táchira. BATT.
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el recuerdo de Ruiz Pineda”. En
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Ruiz-Pineda_0_65993469.html