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Discurso de Orden. La Grita 19 de abril de 2014



ALCALDIA DEL MUNICIPIO JÁUREGUI
LA GRITA

DISCURSO DE ORDEN
CON OCASIÓN DEL DUOCENTÉSIMO CUARTO ANIVERSARIO DEL 19 DE ABRIL DE 1810
(1810-2014)

                                                   José Pascual Mora García[1]

La historiografía tradicional sostiene erróneamente la idea de que el movimiento de la Junta Suprema de Caracas representa ya una unidad política y republicana, cuando para entenderse el carácter de la independencia  debe tenerse en cuenta que la construcción de la nación obedece a un proceso. De hecho, no hay un proyecto homogéneo de nación en los ideólogos de la independencia, incluso en las regiones hay posiciones divergentes que llevaron a un proceso largo y cruento de luchas intestinas.

Por eso es conveniente tener en cuenta los procesos juntistas realizados en otros países, y en particular en la Nueva Granada.[2] Curiosamente en la Nueva Granada el proceso juntista fue a la inversa que en Venezuela. En la Nueva Granada fue un proceso que se gestó en las provincias antes que en la capital del virreinato, el Cabildo de Cartagena fue el primero el 22 de mayo de 1810. Luego Mompox que destituyó al comandante militar el 24 de junio de 1810, y en agosto se organizó la Junta; en el Socorro, se creó la Junta el 10 de julio de 1810; en Pamplona el gobernador fue derrocado el 3 de julio de 1810 y se instaló la Junta; el 3 de julio se suma Cali, creándose la Junta que de manera confederada reunió las ciudades del Valle del Cauca. Finalmente, el proceso juntista se declara en la sede central del virreinato de la Nueva Granada: Santafé de Bogotá, el 20 de julio de 1810. La Junta de Gobierno de Santafé quedó integrada por criollos, entre ellos: José Miguel Pey y Andrade (quien es nombrado presidente luego de la renuncia del virrey Antonio José Amar y Borbón días más tarde, el 25 de julio), Camilo Torres, Acevedo Gómez, Joaquín Camacho, Jorge Tadeo Lozano, Antonio Morales. El movimiento del 20 de julio de 1810 en la Nueva Granada no es independencia como tampoco lo fue el 19 de abril de 1810 en Caracas. Por eso es necesario ver la historia de la independencia más como proceso. El 20 de julio y los procesos junteros al interno de la Nueva Granada deben ser vistos como el ejercicio de la SOBERANÍA, aunque subordinada al rey Fernando VII, y al mismo tiempo como el detonante del proceso independentista que se consolida con la batalla de Boyacá en 1819. Esta diferencia es fundamental. Igualmente que debemos hablar de la Nueva Granada en 1810 y no de Colombia, porque el nombre de Colombia como nación independiente es adoptado en 1863. Sobre todo, es importante conocer lo que sucedía en la Nueva Granada para la región andina tachirense, porque formó parte del virreinato de Santafé en la colonia. Y al ser pueblos fronterizos, introduce variantes muy importantes en las mismas Actas de Adhesión. Por ejemplo, en el caso de La Grita, que firmó el Acta de Adhesión el 11 de octubre de 1810, se siente acechada por las tropas de Pamplona que ya estaban en el Rosario, ciudad limítrofe con San Antonio del Táchira. He aquí testimonios de la conformación de la mentalidad protonacional venezolana en la región tachirense, porque se adhieren a Caracas y no a Bogotá. Recordemos que la nación es un proceso de emociones, decía PeirreFougeyrollas. (1987)


 Por otra parte, es imposible comprender lo que significa el 19 de abril de 1810 en Venezuela, y específicamente en Caracas, sin tener en cuenta los acontecimientos que se sucedían en la península española.  La visión romántica de la historia nos ha presentado una versión distorsionada al afirmar que el 19 de abril fue un movimiento aislado del resto de lo que estaba pasando en España y las colonias de ultramar. Y ese es el primer obstáculo que debemos resolver.

Luego de la invasión napoleónica  a España en 1808, acontecimiento que  alteró la vida política en las colonias de ultramar, en Caracas se generó el 15 de julio de 1808 el primer movimiento que buscaba lealtad al monarca Fernando VII pero al mismo tiempo la soberanía de las provincias. Lamentablemente esa primera Junta impulsada por Antonio Fernández de León y Francisco Rodríguez del Toro junto a 45 vecinos de Caracas, no prosperó.[3] El debate sobre el ejercicio de la soberanía fue crucial, pues al quedar acéfalo el trono real, se apeló al derecho monárquico, según el cual ausente el rey la soberanía regresaba a la nación. Esa lucha que se inició en 1808 se consolidó el 19 de abril de 1810.

 La Junta Suprema del 19 de abril de 1810 ejerció el principio de soberanía a través del Cabildo, en la cual se incorporaron los principales ideólogos criollos de la independencia. En este sentido, destacamos con José Luis Villegas (2010) la importancia que tuvo el Cabildo de Caracas como institución; “el cambio político a través de los cabildos fue el procedimiento más utilizado por la oligarquía criolla para la consecución de sus objetivos (…) Respaldado por un riguroso orden jurídico, fue un medio inteligente para pasar de una situación colonial a otra autónoma y finalmente independiente.”[4]  Esta tesis ha sido poco destacada, el Cabildo como institución jurídica es el centro de gravedad entre el colonial sistema de gobierno y el emergente proceso independentista. Por eso, es conveniente poner en relieve que el proceso juntero que se desarrolló en las provincias venezolanas tienen en al Cabildo como protagonista en la convocatoria de la voluntad popular, en la figura de los Cabildos Abiertos; como sucedió en La Grita, San Antonio del Táchira y San Cristóbal.     

La segunda de las aclaratorias que debemos hacer es que el movimiento del 19 de abril de 1810, no fue un MOVIMIENTO INDEPENDENTISTA sino un movimiento de la sociedad civil de la época, representada por la clase mantuana, los blancos criollos y pardos. Muchos de los manuales escolares deben ser revisados y actualizados al respecto, p.e. la Historia de Venezuela  se decía que el 19 de abril se había dado el primer grito de independencia. Esa visión debe ser corregida. Esta diferencia fundamental aclara que aunque el gobierno establecido en Caracas no tuvo un carácter independentista preliminar si lo alcanza poco tiempo después en 1811; “luego de los sucesos ocurridos en Caracas el 19 de abril de 1810, la tendencia fue hacia un claro distanciamiento y un enfrentamiento cada vez más pugnaz entre el gobierno de la junta, la Regencia de España y los emisarios enviados por ésta para atender la situación de la provincia.” [5]

Por eso, lo central del 19 de abril como Movimiento fue el ejercer el principio de representación que terminará convirtiéndose en el primer manifiesto de soberanía de la nación, aunque esté revestido de adhesión al rey. En ese sentido, se apela a la soberanía de la nación pero reconociendo el tutelaje monárquico. Debemos aclarar también que el llamado de la Junta Suprema de Caracas no fue acogido por todas las provincias, de hecho las provincias de Maracaibo, Guayana, y la ciudad de Coro se mantuvieron leales a la Regencia.

En tercer lugar, debemos aclarar que el 19 de abril no fue un movimiento del pueblo, en principio, sino que fue impulsado por los blancos criollos y pardos caraqueños que aspiraban el poder político y económico. Porque el poder político estaba en manos de los blancos peninsulares. Esta premisa se desprende tanto de la  convocatoria del Acta del 19 de abril, como de los firmantes.  Veamos la convocatoria preliminar del Acta:
“En la ciudad de Caracas a dies (sic) y nueve de abril de mil ochocientos diez se juntaron en ésta Sala Capitular los Señores que abajo firmarán y son de los que componen éste Muy Ilustre Ayuntamiento con el motivo de la función Eclesiástica del día de hoy Jueves Santo, y principalmente con el de atender la Salud pública de este Pueblo que se halla en total horfandad (sic), no sólo por el cautiverio del Señor Don Fernando Sétimo, sino también por haberse disuelto la Junta que suplía su ausencia…”[6]

En cuanto a los firmantes se destaca que estaba compuesto tanto por los representes del poder constituido (Ayuntamiento) como por los autonombrados como poder constituyente (y que aparecen como representantes del Pueblo). Como sabemos la convocatoria constituyente sería a posterior. Los firmantes son los siguientes: Vicente Emparan, Vizente (sic) Basandre, Felipe Martínez y Aragón, Antonio Julián Alvarez, Josef Gutiérrez del Rivero, Francisco de Berrío, Francisco Espejo, Agustín García, José Vicente de Anca, Joseph de las Llamozas, Martín Tovar Ponte, Feliciano Palacios, Joseph Hilario Mora, Isidoro Antonio López Méndez, Licenciado Rafael González, Valentín de Ribas, Joseph María Blanco, Dionicio Palacios, Juan Ascanio, Pablo Nicolás González, Silvestre Tovar Liendo, Don Nicolás Anzola, Lino de Clemente, Doctor Joseph Cortés (como Diputado del Clero y del Pueblo), Doctor Francsico José Ribas (como diputado del Clero), Doctor Juan Germán Roscio (como Diputado del Pueblo), Doctor Felix Sosa (como Diputado del Pueblo), José Felix Ribas, Francisco Xavier de Uztariz, Fray Felipe Mota (Prior), Fray Bernardo Lanfranco (por el Comendador de la Merced), Fray Marcos Romero (guardián de San Francisco), Doctor Juan Antonio Roxas (sic) Queypo (Rector del Seminario), Nicolás de Castro, Juan de Ayala, Fausto Viaña (escribano Real y del nuevo Gobierno), y Joseph Tomás Santana (Secretario Escribano). [7]

  El único acontecimiento que se registra como una manifestación de adhesión popular, fue que una vez publicada la Acta en los espacios públicos, los escribanos registran la manifestación de apoyo popular. Así lo registran los escribanos Viaña y Santana:
“En el mismo día, por disposición de lo que se manda en el Acuerdo que antecede, se hiso (sic) publicación de este en los parajes más públicos de esta ciudad con general aplauso y aclamación de todo el pueblo diciendo viva nuestro Rey Fernando Séptimo, nuevo Gobierno Muy Ilustre Ayuntamiento y Diputados del Pueblo que lo representan; lo que ponemos por diligencia que firmamos nos los infrascriptos (sic) Escribanos de que damos fe: Viaña (rúbrica), Santana (Rúbrica)”[8]

 Por tanto no fue un movimiento de convocatoria popular. Lo que adquirió carácter popular fue el movimiento ulterior. Esta situación se evidencia mejor con el Reglamento Electoral sancionado por la Junta de Caracas el 11 de junio de 1810, cuando establece “un sistema de representación basado en el número total de habitantes libres de todas las provincias que componían la Capitanía General. En la descripción del procedimiento del escrutinio se establece que los analfabetos podían votar (…) en ninguna parte se menciona la calidad de las personas con respecto a su origen, no solo para votar sino también como población con derecho a representación.” [9]

El movimiento juntista liderado por la Junta Suprema de Caracas el 19 de abril, y que se instala siete días más tarde 26 de abril de 1810, es el inicio de un polvorín que desató el proceso juntero en al interior de la Capitanía General de Venezuela. Para ello, decidieron enviar delegados a las provincias del interior con el propósito de incentivar a los  cabildos para que solicitar su adhesión.

Ese proceso autonómico se diseminando a nivel nacional, podemos destacar  sucesivamente los siguientes: Cumaná el 27 de abril de 1810; Barcelona el 27 de abril de 1810; Margarita el 04 de mayo de 1810; Barinas el 05 de mayo de 1810; Mérida el 16 de septiembre de 1810; y Trujillo el 09 de octubre de 1810. Luego, lo manifestó Guayana el 11 de mayo, aunque el 3 de junio cuando conoce la instalación del gobierno del Consejo de Regencia se separa y reconoce su potestad. La resistencia más radical respecto del autonómico capitalino provino de Maracaibo y Coro, quienes rechazaron la convocatoria y se mantuvieron fieles al Consejo de Regencia. Maracaibo se mantuvo leal al Rey hasta 1820 y envió su representante, como Diputado, a las Cortes de Cádiz. Dicho nombramiento recayó en José Domingo Rus.[10]

La diferencia entre el Acta del 19 de abril de Caracas y las Actas de Adhesión impulsada por los Movimientos Juntistas o también llamados MOVIMIENTOS AUTONÓMICOS de las provincias tuvo sus matices, en el caso del Táchira,[11] se puede observar una manifestación popular porque se convocó al pueblo a deliberar. Así quedó demostrado en las Actas de Adhesión del Espíritu Santo de La Grita (11 de octubre), San Antonio del Táchira (21 de octubre) y San Cristóbal (28 de octubre). En éstas es posible evidenciar la convocatoria del pueblo, del común.


II. EL MOVIMIENTO JUNTISTA EN LA REGIÓN ANDINA TACHIRENSE.

La antigua Provincia de Mérida de Maracaibo estaba subordinada desde 1676 a Maracaibo en lo político. Mérida retomó de nuevo su condición de Provincia que se remontaba a la antigua PROVINCIA DE LA GRITA DE MÉRIDA DE MARACAIBO (1622-1676) adhiriéndose a la Junta de Caracas y enviando sus representantes. Como dato curioso es de hacer notar que Mérida estuvo bajo la jurisdicción de la Gobernación de La Grita y Cáceres desde 1607, cuando se separa del Corregimiento de Tunja, sujeción que se mantuvo hasta que pasa a ser Gobernación de Mérida, con Juan Pacheco Maldonado en 1622.
Para la Provincia de Mérida los acontecimientos del 19 de abril de 1810 no representaban solamente una adhesión con Caracas o el declararse defensora de los derechos del rey Fernando VII, sino que le permitía la reconquista de su sitial como provincia. POR ESO SE HABLA DEL MOVIMIENTO JUNTISTA COMO UN MOVIMIENTO DE AUTONOMÍA DE LAS PROVINCIAS. La autonomía político-administrativa justificaba plenamente su desincorporación de Maracaibo. Habiendo sido reconocida la ciudad de Mérida como asiento de la Diócesis de Mérida de Maracaibo desde 1777, era conveniente también recuperar el poder político en manos de Maracaibo, quien acechaba permanente con trasladar la sede episcopal y la misma Universidad. En  las tres actas se manifiesta igualmente la separación política de Maracaibo, pues ésta si se mantuvo obediente al estado de Regencia, y desconoció la decisión de la Junta Suprema de Caracas.     

En el siglo XVIII y hasta mediados del siglo XIX, el Táchira no existía como región. Dependíamos del espacio geohistórico de la Provincia de Mérida y Maracaibo, y en lo eclesiástico la creación de la Diócesis de Mérida de Maracaibo (1778) abarcaba cerca de 200.000 mil kilómetros cuadrados, superficie que hoy corresponde a más de 12 Diócesis. La Real Cédula del 12 de marzo de 1790, dirigida al Virrey de la Nueva Granada declaraba que la demarcación de la Diócesis de Mérida y Maracaibo[12]incluía las ciudades de Pamplona y la Parroquia de San José de Cúcuta con sus distritos.

La Diócesis de Mérida de Maracaibo se mantuvo sufragánea del Arzobispado de Bogotá hasta 1804 cuando pasó a formar parte del Arzobispado de Caracas. Mérida tenía la primacía de ser el centro eclesiástico y asiento en consecuencia del Obispo de la Diócesis de Mérida de Maracaibo. Desde 1803, la Diócesis de Mérida de Maracaibo estaba dividida en cuatro vicarías: la Vicaría General de Mérida; la Vicaría de La Grita; la Vicaría de San Cristóbal; y la Vicaría de Trujillo. A partir de la Ley de División Político Territorial de 1824, los Andes pasaron a formar parte del Departamento del Zulia, dividido en cuatro provincias: Maracaibo, Coro, Mérida (que comprendía lo que a la postre sería el Estado Táchira) y Trujillo. En junio, de 1831, luego de la desintegración de la Gran Colombia, desaparecieron igualmente los departamentos y se fue constituyendo poco a poco la autonomía de las provincias; en el caso del Táchira fue a partir de 1856.

De manera que la región geomental tachirense tiene sus antecedentes espaciales en la evolución político-administrativa de la antigua Provincia de La Grita, Mérida y Maracaibo. Siguiendo a  Inés Ferrero Kellerhoff (1991), Ildelfonso Méndez (2002), y Temístocles Salazar (2001) podemos identificar cinco etapas: 1. Gobernación del Espíritu Santo de La Grita (1575-1608), con la Grita como capital; 2. Corregimiento de Mérida de La Grita (1608-1625), con Mérida como capital; 3. Gobernación de Mérida de La Grita (1625-1681), con capital Mérida; 4. Gobernación de Mérida, La Grita y Maracaibo o de Mérida de Maracaibo (1681-1810), con sede en Maracaibo; 5. Gobernación de Maracaibo (1810-1821), también con sede en la misma ciudad. Durante la cuarta etapa, la provincia estuvo en dos ocasiones bajo la jurisdicción político-administrativa del Virreinato de Nueva Granada y de la Audiencia de Santafé (1717-1723 y 1739-1777). La región geomental tachirense evolucionó con una dinámica propia que la diferencia de otras regiones de Venezuela.

La palabra Táchira ha pasado a ser uno de los símbolos regionales. La Constitución del Estado Táchira, sancionada por el Consejo Legislativo del Estado, y publicada en Gaceta Oficial del Estado Táchira, Nº Extraordinario 778, año C, en San Cristóbal, 09 de febrero de 2001, declara el nombre "Táchira", como uno de los símbolos regionales, junto a la Bandera y el Escudo. En efecto señala el legislador: "En cuanto a los símbolos, decidimos incorporar a los ya conocidos: el Himno, el Escudo y la Bandera, el nombre Táchira. El simbolismo radica en el nombre Táchira arraigado en el alma de nuestro pueblo y en su historia de más de mil años, nombre de esencia arauaco que se ha mantenido venciendo vicisitudes y marginamientos; y desde 1856, sobreviviendo a las integraciones o uniones de Estados de la federación venezolana durante diecinueve siglos." [13]

Al parecer la voz Táchira se remite a un toponímico aborigen que designaba el espacio de antiguas culturas de filiación Aruaca y Betoy, Arawaka, Chibcha, y chitarera.[14]   La herencia arauca ha sido sostenida por la presencia de algunos radicales lingüísticos como: ori, uri, iri, ena, y kena; los cuales dieron origen a los topónimos: Uribante, Quinimarí, Babukena, Umuquena, Chucurí, entre otros. Sin embargo, advertimos con Jacqueline Clarac (1996) que "no debemos, en efecto, establecer necesariamente una relación entre cultura y lengua."[15]   Y posiblemente, la divergencia en relación a las raíces pobladoras del Táchira se encuentra en esta dualidad. En todo caso, es un origen que se nutre de la diversidad Aruaca y Chibcha. Según Samir Sánchez (2003) sostiene que la palabra Táchira procede del tronco etnolingüístico chibcha o muisca; y aplicando "el método analógico, basado en una comparación con la estructura gramatical y fonológica recopilada en la obra Gramática de la lengua general del Nuevo Reino, llamada Mosca de Fray Bernardo de Lugo OP y publicada en Madrid en 1619, permite encontrar un significado preciso a dichas raíces: Ta (labranza, propiedad o dominio) Chi (pronombre posesivo, nuestro) Ra (castellanización de la voz ngá, partícula de futuro), con lo cual Táchira viene a significar, según un sentido literal: lugar que será de nuestra heredad o nuestra tierra de heredad."[16]

Esta tierra de nuestra heredad nos hace doblemente fuertes, somos una síntesis dialéctica, y eso nos hace más venezolanos porque cultivamos cada día la conciencia de la patria, y al mismo tiempo cultivamos la conciencia de confraternidad grancolombiana. Por eso decimos que los tachirenses y nortesantandereanos somos un caso especialísimo en la cultura venezolana y colombiana, pues la historia en el pasado colonial nos unió y la patria nos reafirmó al entroncarnos con una gesta independentista y con ideales afines.

El Estado-nación nos separó geopolíticamente pero la mentalidad fronteriza colombo-venezolana está imbricada profundamente; tenemos elementos que permiten definir una ciudadanía, o razgos de convivencia colectiva en común, desde el arte culinario hasta las patologías sociales.

El hombre tachirense no es una entelequia. La Tachiraneidad no puede ser aprehendida conceptualmente como quien toma un curso sabatino. El Ser tachirense no es una profesión de fe. El Ser tachirense lo define la pertenencia a una sensibilidad colectiva, a una memoria colectiva; lo designan las estructuras cognitivas pero fundamentalmente los hábitos psicológicos y morales, las creencias profundas, la visión del mundo y de la vida, así como el dominio afectivo. José Humberto Ocaríz, de raigambre sanantoniense,  preguntándose por  las características del pueblo tachirense afirma que: "además de música, costumbres, comidas y cultivos, he señalado como rasgos distintivos el apego al terruño, el culto al trabajo, el saber esperar, la propensión al ahorro, la solidaridad con la familia y los paisanos, la casa abierta al visitante, la austeridad en su sentido original, la religiosidad sin fanatismo, el arraigado amor a una patria a veces esquiva. A estos debo agregar (…) que desconocimos el insulto que al ser humano le infieren el lujo despilfarrador y la miseria extrema, (…) Nunca por propia voluntad, ha sido terreno propicio para la guerra, ni réplica del oeste americano del siglo pasado en salteadores y sicarios (…) Su potencia de incorporación, es decir, la capacidad que tiene de atraer gentes venidas de otras partes." El ejemplo de  La Grita fue seguido por Bailadores, un pueblo de indios, bajo su jurisdicción.[17]

 La mentalidad tachirense no se traspasa al cruzar una frontera, o al cambiarse de ropa, o al simular  ser como el Otro. La mentalidad tachirense  como  la vida y la muerte son únicas.

2.1. EL PROCESO JUNTISTA Y EL ACTA DE ADHESIÓN DEL ESPÍRITU SANTO DE LA GRITA.

En 1576  el Capitán Francisco de Cáceres fundó La Grita[18], en el denominado Valle del Espíritu Santo. La funda sobre un valle de drenajes naturales, sobre un antiguo lecho marino. La Grita está ubicada en un valle de montañas vivificadas por los ríos Grande y Aguadías, como la antigua Babilonia, besan y enmarcan su idílico paisaje.[19] El nombre indígena era el valle de los Humogrías. Y se dice que fue fundado como un sitio de descanso entre Pamplona y Mérida. A siete jornadas a pié o a caballo de la primera y a cinco de la segunda. La vio por primera vez el español Rodrigo del Río, en 1558, a su paso para las Sierras Nevadas con la expedición de Juan Rodríguez Suárez.  

Para comprender el proceso juntista en La Grita hay que revisar los antecedentes del movimiento comunero, porque desde el punto de vista de las mentalidades, para los andinos tachirenses no hay 19 de abril de 1810 sin la revolución Comunera de La Grita, la cual puede ser considerado como una primera manifestación de protonacionalismo popular, por ser el primer mito fundacional, pues aparecen los primeros símbolos de identidad proto-regional y nacional: una bandera, con sus colores rojo y negro, que serán retomados a la postre como símbolos del municipio Jáuregui (La Grita), y del Estado Táchira; una canción, al grito de “viva el rey y muera el mal gobierno”, que permitía camuflar los ideales independentistas; y un líder Juan José García de Hevia, quien fue la imagen del movimiento.
En nuestro estudio pensamos que aplican las características que identifican la invención de la tradición, si retomamos el concepto de Eric Hobsbawm (2002),  porque los comuneros simbolizaban cohesión social, pertenencia  a un grupo, relaciones de autoridad, y actuaron como movimientos de socialización. Sin embargo, es conveniente decir que en el inconsciente colectivo dinámico el término comunero ya había sido interiorizado como símbolo de inconformidad y rebeldía, y eso se le debe en parte a los Comuneros de Castilla.[20]

Queda así aclarado lo ambiguo del término comunero, pues no evolucionó con un sentido único, de hecho podría significar desde movimiento antifiscal hasta manifestaciones revolucionarias burguesas. Y en el caso de La Grita es claro que se trató de una revuelta del común,[21] del pueblo llano, por tanto nunca tuvo un sentido de una clase con ideales burgueses en ascenso.

Revisando los líderes del movimiento gritense, nos damos cuenta que Juan José García de Hevia no era precisamente un pequeño burgués, por lo menos si lo consideramos con el sentido de categoría económica. Muy por el contrario, quienes sí representaban a la burguesía incipiente gritense no formaron parte del Movimiento Comunero, siendo la personalidad más relevante el Dr. Antonio Bernabé Noguera, quien se encargará de perseguir a los líderes de la revuelta una vez aplacada. El Dr. Antonio Bernabé Noguera si era un terrateniente, tenía servidumbre (esclavos), medios de producción y gozaba de prestigio caso nobiliario. Esta diferencia es substantiva.      

La condición popular del Movimiento Comunero gritense le da una legitimidad especial pues consolida la idea de un colectivo, al fin y al cabo, la nación necesitaba de representaciones arquetipales para su consolidación; pues toda sociedad se funda cuando se establece la regularidad, estabilidad e intersubjetividad de su sistema cultural; aquello que Castoriadis (1975) denominaba la institucionalización de las representaciones. El conjunto de prácticas sociales son las que permiten generar la solidaridad del grupo.

El mito fundacional comunero nació como un movimiento del común en La Grita (1779) y sirvió de base en la conformación de los andamios mentales de la construcción de la nación y la región; es decir sirvió para inculcar y socializar en los andinos venezolanos los valores de la conciencia protonacional y también para simbolizar la incipiente unidad de Venezuela como nación política.[22]

El Movimiento comunero de La Grita ha sido minusvalorizado por la historiografía clásica,[23] en el Diccionario de Historia de Venezuela, apenas si lo nombran y se desvirtúa el carácter popular del mismo.[24] Sostenemos firmemente que el movimiento Comunero de La Grita (1779) tuvo un carácter popular; y no como dice la entrada del Diccionario Polar que la Rebelión de los Comuneros era un movimiento de blancos ricos. Nos distanciamos de la tesis del Dr. Alí López Bohórquez, porque la familia García de Hevia proviene de un estamento de pardos sin más bienes que sus brazos para trabajar. Al respecto la prueba más fehaciente nos la suministra el documento de primera mano del Archivo Histórico de La Grita, encontrado por el Dr. Lucas Castillo Lara, quien demuestra que los García de Hevia eran pobres sin más; veamos:

“Don Salvador García, el padre, muere antes de 1777 y la viuda vuelve a contraer nupcias con Don Marcos Guerrero. En ese año hay un litigio, entre la viuda Juana María de Hevia y su yerno Joseph Lorenzo del Rincón, por cuestiones de la herencia. En las declaraciones de Doña Juana María afirma, que la mayoría de los bienes son de ella, por haberlos llevado como dotales al matrimonio, por donación de su padre Don Francisco de Hevia. Su marido Don Salvador había dejado pocos bienes, entre ellos su silla de montar, un Capote y su ropa de uso. De todo ello podía inferirse, que la situación de la familia García de Hevia no era muy boyante.”[25]

En nuestro aporte, además queremos significar que el  movimiento comunero también evolucionó históricamente como una organización secreta que tenía otros fines políticos,[26] que encontró en las cofradías, capellanías y hermandades de la Iglesia Católica en la antigua ciudad de La Grita su espacio para camuflar su proyecto.[27] De hecho una vez aplacado el movimiento Comunero, quienes pertenecían a la Cofradía del Santo Cristo y tenían la condición de prioste, como es el caso de Valentín García padre de Juan José García de Hevia,  fue derogado, incorporándose los sectores pro colonialistas y afines con el Santo Oficio de la Inquisición. Es importante significar el carácter laico de las cofradías, pues estaban presididas por un prioste que tenía obligatoriamente que ser laico, y representaban en la práctica un poder del equivalente laico de la iglesia. Administraban el dinero a censo, podían otorgar recursos, e intervenían por sus miembros con sufragios para la salvación eterna. Siendo este último el poder más importante pues, el miedo al infierno hacía posible el gobierno de la subjetividad. Como hemos podido demostrar con el efecto milenarismo en La Grita.[28]

Insistimos que la historiografía tradicional[29] no le ha atribuido el mérito al movimiento Comunero de La Grita, originado por primera vez en julio de 1779, como proto-representación de lo nacional venezolano. Pensamos que hay razones suficientes para pensar que esta primera manifestación popular en los Andes venezolanos contiene profundas reafirmaciones de lo nacional venezolano, pues a pesar de lo reciente de la real orden de Carlos III que creaba a partir de 1777 la nación venezolana, ya se vislumbraba la pertenencia a un colectivo diferente del neogranadino. Aspecto que se evidencia ya en 1781, pues cuando se dirigen los comuneros neogranadinos a Juan José García de Hevia solicitándole su adhesión a su causa le reconocen el amor a su Patria, y la diferencian de la herencia reinosa, como se puede inferir de la siguiente carta:

“Los buenos procedimientos de los sujetos jamás se pueden ocultar, ni sus buenos ecos dejan de correr por los lugares, estas circunstancias que adornan la persona de Vm, no las ignoramos aunque no lo conocemos de trato ni comunicación, y con esta satisfacción, y la notoria que tenemos del amor con que Vm., ha mirado su Patria y demás lugares del Reyno, nos proponemos, que naturalmente tendrá herido el corazón al ver las frecuentes hostilidades que este miserable Reyno padece con la insoportable carga de pechos.”[30]

Es una idea fundamental que permite germinar un protonacionalismo popular que “llene el vacío emocional dejado por el retroceso o la desintegración, o por la no disponibilidad de comunidades humanas reales.”[31] Este protonacionalismo popular se convierte en el “estructurante originario” del que habla Cornelio Castoriadis, porque el imaginario no es imagen sino creación; “lo imaginario del que hablo no es imagen de. Es creación incesante y esencialmente indeterminada (social-histórico  y psíquico) de figuras/formas/imágenes, a partir de las cuales puede tratarse de ´alguna cosa.´ Lo que llamamos ´realidad´ y ´racionalidad´ son obras de ello.”[32]

Los comuneros de La Grita expresan su descontento con los funcionarios y poderosos terratenientes, además de los comerciantes, que perjudicaban económicamente a los sectores populares de la sociedad. Este descontento protestaba contra las medidas fiscales, el régimen de estancos y las arbitrariedades de los funcionarios encargados de aplicarlos. La protesta ocurrida en La Grita en 1779 fue manifestación popular, y esto hay que decirlo con notoriedad, ya que la historiografía le resta importancia a este movimiento vernáculo, primer Movimiento Comunero Venezolano (1779) y por supuesto  anterior al Movimiento del Socorro (1781); sólo que este tuvo mayor impacto en la zona andina de la provincia de Mérida de Maracaibo en la incursión de 1781.[33]

Desde el punto de vista categorial es importante diferenciar entre el movimiento Comunero de La Grita (1779) y el movimiento Comunero del Socorro (1781) en la Nueva Granada. Esta diferencia es fundamental, pues mientras el primero fue una manifestación del pueblo llano o del  común, con preconceptos de lo nacional venezolano; el segundo, representaba los intereses de una clase con ideales burgueses en ascenso, Los primeros mantenían una intensión protonacional; los segundos, no tenían problema de identidad nacional, pues el Estado neogranadino continuó siendo una prolongación del Virreinato de la Nueva Granada.
Por otra parte, los comuneros de La Grita, funcionaron en la práctica como cofradías, capellanías y hermandades, no sólo por la persecución política sino por la persecución de la Inquisición que tenía en La Grita un particular delegado del Santo Oficio. Adelantándose, en este sentido, al carácter masónico[34] que adquirieron los comuneros en España a partir de 1821,[35] cuando se fundó en Madrid la Sociedad de los Caballeros Comuneros. Los comuneros son similares a los carbonarios italianos, llamados la masonería forestal o carbonarismo, por haberse originado en los bosques del Jura-Italia.  Obsérvese la analogía, los comuneros trabajan la tierra y los carbonarios sacaban el carbón. Es la manifestación incipiente de los gremios que tendrán su mayor protagonismo en el siglo XX.[36] Los comuneros alcanzaron un sentido de peligrosidad social para la corona española que incluso el rey Fernando VII, el 13 de enero de 1824, expidió una real orden en la que solicitaba expresamente: “Perseguir las asociaciones secretas, ora sean de comuneros, masones, carbonarios ó de cualquiera otra secta tenebrosa que exista hoy ó existiere en adelante; ora se reunan para cualquier otro objeto, sobre cuyo carácter reprobado infunda sospechas la clandestinidad de las juntas.”[37]
                                                   
 El proceso juntista se genera en La Grita, teniendo la primacía entre los cuatro cantones que componían la jurisdicción, a saber: La Grita. Lobatera, San Antonio del Táchira y San Cristóbal; y en parte se debe a que desde el punto de vista mental La Grita ya había sentado las bases a favor del proceso libertario desde los Comuneros. En efecto, el Cabildo firmó el 11 de octubre el Acta de Adhesión: “en Cabildo extraordinario y abierto que se celebró para tratar de la seguridad y conservación de los territorios de su mando para su legítimo Soberano el Señor D. Fernando Séptimo, que solo deposita estos derechos a su administración política y económica (…) no pudiendo exponer la sangre inocente al fijo derramamiento por estar con las tropas en el Rosario la Junta Superior de Pamplona, y con tropas del Señor Marqués del Toro en la jurisdicción de Trujillo, y las de Mérida ya dentro del territorio: en lance de esta naturaleza resolvió unirse a la Junta Superior de Mérida, desprendiéndose de Maracaibo …”[38] Obsérvese aquí la advertencia que habíamos hecho al inicio del trabajo, cuando se cita que en el Rosario se encuentran las tropas de Pamplona, que se había sumado al proceso juntero en la Nueva Granada. De allí la necesidad de estudiar nuestras historias con un criterio de historias conectadas. El ejemplo de  La Grita fue seguido por Bailadores, un pueblo de indios, bajo su jurisdicción.[39]

2.2. FRANCISCO JAVIER DE LA LUZ GARCIA DE HEVIA, EL MÁS ILUSTRE DE LOS HÉROES TACHIRENSES DE LA INDEPENDENCIA.

La dinastía de los García de Hevia, tuvo una destacada actuación en La Grita, el Pbro. Antonio García fue vicario de La Grita desde el 3 de junio de 1742 hasta 1790. Don Valentín García, hermano, fue Alcalde, y Mayordomo de la Cofradía del Santo Cristo, don Salvador García, hermano, fue el padre de los García de Hevia: Juan José, José Ignacio y Francisco Javier.  José Ignacio, fue uno de los firmantes de la declaración de adhesión al Acta de la Independencia, el 11 de octubre de 1810. Luego, vendrían los Pbros. Fernando José García y Bernardo García, quienes tuvieron una destacada actuación en favor de la Independencia. 

Francisco Javier García de Hevia nativo del Espíritu Santo de La Grita, vino al mundo una mañana del día diez y seis de febrero de mil setecientos sesenta  y tres (1763). Sus progenitores Don Salvador García y Doña Juana María de Hevia, honorable familia de la cual nacieron los más in signes patriotas de los procesos de independencia de la región tachirense. El primero, el líder comunero Capitán Juan José García de Hevia, quien  fuera el nervio del Movimiento Comunero desde su pueblo natal hasta las tierras trujillanas. 

El Doctor Francisco Javier García de Hevia cursó estudios primarios en la ciudad natal del Espíritu Santo de La Grita y  luego fue enviado por su familia al Nuevo Reino de Granada de Santa Fe, hasta obtener el grado de Bachiller y  los estudios de Derecho y luego Derecho Canónico, en el Colegio de San Bartolomé, recibiéndose el 27 de agosto de 1792.  Abogado de la Real Audiencia de Santa Fe. Su talento lo llevó a ocupar altos cargos en el Colegio de San Bartolomé de Bogotá, Vicerrector y Catedrático de Filosofía. Además de Presidente del departamento de Cundinamarca en 1815.

Decir La Grita, es decir, Francisco Javier García de Hevia, ese intelectual que llegó a ser gobernador de Cundinamarca en la Nueva Granada en 1815 y rector (e) y vicerrector del Colegio de San Buenaventura de Bogotá donde se formaba la más preclara generación de intelectuales neogranadinos, amigo de Camilo Torres, Antonio Nariño, Francisco José de Caldas, francisco Antonio Zea, Tadeo Lozano, José María del Castillo y Rada, Antonio Ricaurte, Francisco de Paula Santander, y otros criollos. El hijo de La Grita Javier García de Hevia fue uno de los mártires fusilados por el pacificador Pablo Morillo en 1816. El centralismo caraqueño ha pretendido decir que no tuvimos héroes de independencia, y hay que recordarles que La Grita aportó con la base del pueblo con Juan Nepomuceno Rincón, los hermanos Escalante, pero también la intelectualidad con el Dr. Francisco Javier García de Hevia.   Allí en la Huerta de Jaime, en la capital neogranadina, quedo la sangre derramada de este patriota nativo de La Grita, que espera por los honores del panteón nacional.

Acaba de pasar el bicentenario de la Campana Admirable y no fue posible lograr ese homenaje. Por nuestra parte, hicimos desde la Universidad de Los Andes Táchira congresos, diplomados y hasta una maestría en historia de Venezuela iniciamos, pero no hemos podido lograr que los héroes y heroínas sometidos al anonimato sean llevados al panteón. Lo propio sucedió con Cayetano Redondo nativo de San Antonio.

 Es que ser andino y tachirense le trae malos recuerdos al centralismo de nuestro país. Siete de los presidentes del siglo xx fueron oriundos del Táchira. Esta tradición se entronca con la herencia prehispánica con la resistencia motilona, humogría, umuquenas, y los grupos indígenas. Pero también con los comuneros, la revolución restauradora, la revolución de octubre, el levantamiento de Castro León, y hoy seguimos siendo clarines de la patria. 


2.3. LA GRITA Y EL SANTO CRISTO.

Para el hombre andino venezolano el territorio es un elemento que forma parte de lo espiritual; es una “práctica repetida y recreada que lleva implícito el ciclo productivo,  anida un comportamiento y una postura frente al hábitat que convierte la vida cotidiana en ritual. Este sentido ritualista moldea el carácter y agudiza la capacidad de observación de quien vive sin preguntas, porque su entorno parece ofrecer sólo respuestas. Lo que maravilla a los observadores externos de sociedades como la altiandina, es la certeza de un tiempo que pasa permaneciendo, que transcurre deteniéndose, que pervive reinventándose en la repetición de prácticas renovadas y amalgamadas.”[40]

El andino es el ser donde mejor se puede evidenciar la existencia de una historia lenta, porque él mismo inventa su propio tiempo. Podríamos decir que el andino recreó las dimensiones básicas del ser humano, que lo distinguen del resto del país.
Mons. Jáuregui (1890) se percató del imaginario religioso de la comunidad gritense y construyó una imaginería en torno al Santo Cristo de La Grita; un poco aquello que Eric Hobsbaws (1992) llama “invención de la tradición”, para eso echó mano de los símbolos y emblemas de la población; fue así como nació magistralmente la anécdota que ensambló a los dos símbolos más representativos del pueblo: uno el religioso, que era la venerada imagen, y otro, el símbolo de la nacionalidad: Bolívar. Mons. Jesús Manuel Jáuregui recogió del imaginario colectivo lo siguiente: "El Gran Bolívar visitando el hermoso Señor Crucificado de La Grita, después de haber permanecido de pié en su presencia, se retiró de frente, sin volver la espalda hasta que llegó á la puerta de la Iglesia."[41] Obsérvese lo que esto significa en términos de imaginario social: si tal fue el comportamiento de Bolívar que era el  Libertador, y símbolo fundacional del imaginario nación venezolano, cuanto mayor no debería ser el respeto del cristiano común. Aquí se conjuga la imaginería religiosa con el imaginario nación.
Las fiestas del Santo Cristo de La Grita sirvieron para fomentar el imaginario región y el imaginario familiar; los eventos feriales que por su carácter convocan a gentes de diversos territorios  logrando atraer grupos humanos que celebran manifestaciones de carácter colectivo.
No quisiera dejar de recoger un aporte familiar al proceso de independencia, y se trata de un descendiente directo de mi familia Mora, de Llano Largo, aldea perteneciente a La Grita, de donde provienen mis padres y abuelos por la línea paterna. Esta tradición me fue develada a través del documento de propiedad de la Hacienda Guaruríes que fuera de mi abuelo José Esteban Porfirio Mora Moreno (1896-1977) y que nos legó por tradición familiar. Se trata de José María Mora, quien en 1815 se manifiesta a favor de la causa patriota, al afirmar que no se iría a su Hacienda Guaruríes hasta “no echar fuera los patojos de Maracaibo de estos territorios, a cuyo fin estaba esperando al general Urdaneta.”[42] Como sabemos Maracaibo se mantuvo rancia apoyando al imperio español luego de 1810, a pesar de haber aportado a uno de los más grandes héroes como fue Rafael Urdaneta. La triangulación de los datos nos indica que es cierta la referencia, pues en el libro del Mario Briceño Perozo[43] se recoge el aporte de los Mora de Llano Largo, ubicados en la finca que se encuentra al frente del páramo de San Telmo, y que fuera de mi abuelo, hoy día de mi tío Valentín Mora.  

III. EL TIEMPO PRESENTE Y EL 19 DE ABRIL DE 1810.

Quisiera reflexionar sobre las circunstancias especiales que atraviesa el país, porque la historia no es el estudio del pasado, sino como dijera Marc Bloch, “el presente por el pasado y el pasado por el presente.”

Decía Arturo Uslar Pietri: "que un anciano pierda la esperanza es normal pero que un joven de 20 años diga lo mismo, es inadmisible"

Cuando un hombre tiene que oír de un joven universitario que no hay esperanza en su país, y que ese país sea Venezuela, me pregunto si vale la pena rememorar este año el 19 de abril de 1810, fecha que suena a revuelta, a resistencia, a rechazo de políticas impuestas, y a cambios estructurales.

Debemos recordar que el 19 de abril fue una manifestación de la sociedad civil y la iglesia católico progresista. La sociedad civil encarnada en la clase media de entonces, los mantuanos o la pequeña e incipiente burguesía de la época, para decirlo interpretando los tiempos; esta fue la generación que  hizo el primer grito de separación del imperio español; que aunque soterrado con una sujeción a Fernando VII, fue la que meses después convocó al proceso constituyente que hiciera la primera Constitución y la consolidación de la firma del acta de independencia en 1811.

Mientras escribía el discurso intercambio ideas con el Dr Luis Valero Iglesias en Tarragona-España, en forma virtual, pues desde que fue jurado de mi tesis doctoral, casi todas las madrugadas me envía textos para trabajarlos. Y él me preguntaba, qué tiene de especial La Grita? Qué sentido puede tener para un español la rememoración del 19 de abril, y que además sea en un pueblo andino venezolano a 900 kilómetros de la capital.? Y yo le respondo, La Grita fue uno los pueblos de la provincia venezolana que hizo la primera manifestación de independencia el 11 de octubre de 1810, con la firma del Acta de adhesión a la Junta Suprema de Caracas. Me cupo el honor como presidente de la comisión bicentenaria de 1810, según decreto del gobernador Cesar Pérez Vivas, el venir a develar conjuntamente la placa del bicentenario del 11 de octubre; en la Basílica está sembrada para la posteridad.

No fue y nunca ha sido un pueblo que ha pasado agachado en la historia de Venezuela. Aprendí desde muy niño en esta Grita de mi alma que tenemos la impronta comunera en nuestra sangre, que tenemos la sangre patricia de Nicolás Tolentino Guerrero, el catón gritense como lo llamó Emilio Constantino Guerrero; aprendí que Mons. Jesús Manuel Jáuregui Moreno no fue un hombre proclive al celestinaje que clamaba el gobierno de turno, y más aún, aprendí que la servidumbre de inteligencia es lo peor que nos pueda pasar en nuestras universidades y aulas escolares.

Cuando se evidencia que después de 15 años hay que sentar en la mesa a observadores internacionales para poder demostrar que si hay diálogo, es porque efectivamente se concluye que no hay democracia sólida. La democracia es diálogo o no es democracia.

Cuando un joven pierde la esperanza comienza a morir su país, por eso debemos salir al frente para no silenciar la esperanza.

Cuando un joven profesional egresado de la universidad pierde la esperanza porque no encuentra un trabajo por diferencias políticas, con el gobierno de turno, me pregunto si hay tiempo para hablar de historias.

 Cuando nos consume un presente atropellante y sin control en discusiones banales de los "ismos" trasnochados, llámase como se llame socialismo o capitalismo, me pregunto si vale la pena seguir narrando la historia romántica.

Cuando un joven tiene que dejar su esperanza en una barricada, porque no tiene otra forma de hacerse escuchar, me pregunto si vale la pena hablar de la heroicidad como valor de los Libertadores.

Cuando un joven enfrenta una Kaláshnikovcon su palabra, y elige morir si fuera necesario, es hora de repensar nuestro país. No somos los venezolanos acallados con armas de guerra porque tenemos la herencia de los Libertadores; la herencia de los hombres que salieron del país a dar la libertad de los vecinos, y con un líder, Simón Bolívar que siempre estuve pendiente de no subordinar el movimiento estudiantil. Cuando en 1827 estableció los Estatutos de la Universidad de Caracas, lo primero que hizo fue eliminar el Censor regio para superar la inquisición en el pensamiento; pero al mismo tiempo, los Estatutos Republicanos revelan el espíritu civilista del Libertador, pues en ninguna de las cláusulas se reservó consideraciones especiales como Jefe de Estado. Por eso debemos reconocer en Bolívar el esfuerzo pionero por dar a la universidad la autonomía, dejando la elección de las autoridades universitarias en manos del claustro de profesores y dotando la institución de un patrimonio económico. Hoy nuestra universidad sigue abierta y activa en el pensamiento, pero nuestros jóvenes no están en las aulas, se cansaron de no ser escuchados, no quieren negociar con dádivas oportunistas, quieren un país  de primera que los trate como potenciales profesionales sin sectarismos partidistas ni privilegios por ser “gobierneros”. Y ese reclamo es para todos los bandos, en las “izquierdas” y el las “derechas”, porque hay que decir que se ha democratizado la exclusión por diferencias ideológicas. 

 Pasemos ahora a lo económico. El índice de Dini nos ubica como el país más igualitario de América Latina, lo cual es deseable, pero ésta pretendida igualación por abajo, no puede ser subordinada al celestinaje ideológico. No es sostenible un índice macroeconómico sin una economía competitiva, por eso la economía de puerto debe ser superada por una economía sustentable. No podemos seguir viviendo de un “buenismo social” de Estado que nos tutela. No podemos justificar el lema de "barriga llena corazón contento". La herencia de nuestros abuelos y padres fue labrar la tierra para ganar el sustento con dignidad, no nos enseñaron a ir tras magos y mesías para encontrar mendrugos.

No somos los tachirenses una cultura nómada que espera suertes espontáneas ni salidas oportunistas, sino hombres de trabajo y de paz, nunca nos gustó la guerra, pero "que nadie se equivoque con los pueblos reflexivos, de vida austera y apacibles goces, donde prospera una conciencia."(Pérez Vivas, 1966:13)

Lo cierto es que vivimos momentos de crisis. La fuga de talentos es alarmante. En nuestras universidades tenemos la fuga de generaciones más significativa de la historia de la democracia venezolana; lo que le costó a nuestros padres y al Estado venezolano por décadas hoy lo estamos desmontando con el éxodo de nuestros hijos.

Mi hija me preguntaba: papá para qué sirve ser profesional en Venezuela si no se nos respeta la libertad de pensamiento ni se nos paga con justicia. No es posible que dos o tres tanques de gasolina del automovil puesto en Colombia sean equivalentes al sueldo de un profesional durante un mes. Esto mina la moral del trabajo de nuestras generaciones de relevo. Y no es un problema de honestidad, ni de nacionalismo ni ser apátrida sino de honestidad con la economía nacional. Nos formaron para ser competitivos, para tener calidad en nuestras empresas y en el trabajo intelectual, y ahora resulta que ser competitivo es un valor burgués y en consecuencia malo.

La honestidad pasa por tener un salario justo y competitivo. No es solo un principio moral sino un valor social. Y las sociedades en occidente evolucionaron gracias al valor justo del trabajo. Ya lo demostró Max Weber cuando dijo que la ética protestante fue clave en el desarrollo del capitalismo. No queremos una economía maquilada, sino una economía sincerada. Como bien lo decía Mons. Constantino Maradei, “mi pueblo no pide limosnas, mi pueblo pide justicia.”

Cuando un profesor titular de la universidad sabe que su sueldo mensual puesto en Cúcuta es la mitad de un salario mínimo en Colombia, comienza a temblar la justicia. Porque se supone que debería tener un sueldo que fuese consono con su esfuerzo vital luego de 25 años de trabajo. Es necesario un sueldo competitivo en el mercado global, porque somos venezolanos pero al mismo tiempo ciudadanos del mundo. La economía no es un problema nacional, vivimos tiempos de una economía global y con normas supranacionales. Cuando un profesor titular, full time, recibe de sueldo 171 euros, según conversión paralela, con 25 años de servicio y dos doctorados, una maestría, y clasificado en la máxima categoría del ONCTI, nos hace reflexionar sobre el nivel de precariedad que vive un docente en Venezuela. ¿Cómo podemos motivar a un joven educador que inicia la carrera docente para que sea competitivo?.

No es que seamos "locheros" pero tampoco "la madre Teresa de Calcuta", la lógica de vida requiere ecuanimidad y sinceración para poder vivir. El hombre no es verdaderamente libre si su bolsillo no es capaz de pagar lo que necesita. Es un problema de dignidad y no un problema de subsidios, becas o maridaje estatal de la economía. Todo intervencionismo es perverso, es como si el padre se opusiera a que su hijo creciera. La razón de ser del niño es crecer, la razón del ciudadano es ser autónomo. Así nació la democracia en el silgo XVIII, con la consignas de Libertad, Igualdad y Fraternidad.

Si los venezolanos somos los más igualados de América Latina porque insistir en profundizar diferencias sociales que no tenemos. El hombre más rico que conozco no está en la revista Forbes, sino en La Grita, casi todos lo conocemos, y es un soñador que reta a cualquiera en su pensamiento, es Abraham Guerrero Romero. Es el hombre más rico que conozco porque no necesita contar el dinero para vivir, y vive de todos sin humillar a nadie. No nos equivoquemos con las formas externas, a Abraham lo conocí en La Grita en mi infancia, pero después lo encontré en la Academia Nacional de la Historia y en la Sociedad Bolivariana de Venezuela en Caracas, en mi época de estudiante en la UCV; allí me presentó con la intelectualidad caraqueña, y en las aulas de la Escuela de Filosofía asistimos a las clases con García Bacca, Núñez Tenorio, y Otto Maduro entre otros. 

La Grita y el Táchira no fueron territorios de exclusión. El Táchira ni siquiera tuvo Guerra Federal en el siglo XIX, porque éramos una sociedad horizontalizada; en 1876 se decía: "en el Táchira no hay ricos pero tampoco pobres". Por eso no podemos aceptar “barriga llena” pero sin libertad; no podemos negociar la libertad por el estómago ni una educación comprometida con ideologías, que por muy buenas nunca podrán ser impuestas unilateralmente. Porque la educación como bien lo dijo Luis Beltrán Prieto "no puede ser ideologizada" y agregaba de manera premonitoria en la entrevista postrera que "el socialismo es plural o no es socialismo." Hoy nos preguntamos ¿cómo es que el Maestro del MEP, el maestro del Humanismo Democrático, el que fuera ministro de educación de Rómulo Gallegos, y el filósofo de la educación más importante del siglo XX, cuyo pensamiento dícese ser el nervio del sistema educativo bolivariano, no es seguido en su pensamiento educativo?

Esa disonancia cognoscitiva en las políticas de Estado han destrozado la confianza en la democracia, no se puede decir algo y hacer cosas diferentes,  “la democracia es el sistema de gobierno más perfecto pero al mismo tiempo, el más débil”, ya lo decía Bolívar. Esa distorsión entre lo que dice la Carta Magna y las políticas de Estado son las que hacen que Venezuela en este momento viva uno de los momentos más difíciles de su historia política.
Queremos la paz y defendemos la paz como valor ciudadano, pero no una paz impuesta a sangre y fuego. Una paz con artillería pesada sutilmente expuesta no es duradera.Cuando se evidencia que después de 15 años hay que sentar en la mesa de paz a observadores internacionales como el Nuncio Apostólico, representante del Vaticano, y una representación de cancilleres de la UNASUR, es porque efectivamente se concluye que la democracia está enferma. La democracia es diálogo o no es democracia. Pero alerto al mismo tiempo, que hay que tener cuidado con no repetir lo que queremos superar; con Freud decimos, que el hijo interioriza la represión del padre y termina siendo otro represor. Cuidado con el monólogo en el gobierno, pero también con el monólogo en la oposición. La paz es un valor que nace de la negociación y no de la imposición. Me asusta que estemos negando el paso a las generaciones de relevo en las decisiones trascendentales del país, ningún pueblo en la historia se hizo grande devorando a sus hijos. Cuidado con el Saturno que llevamos por dentro, el dios que devora a sus hijos para que no lo remplazasen; el reemplazo generacional en justo, digno, deseable y necesario.    

Cuando veo en esta Semana Santa a un estudiante en una carpa de campaña al lado de una tanqueta militar, para expresar su descontento, no lo hace porque sea cándido, sino porque eligió la resistencia pacífica, activa, esa resistencia no violenta que debe mover las entrañas de nuestro ser.

Es inadmisible que los estudiantes y las ONG no estén en las mesas de diálogo, el dialogo debe incluir todos los sectores. El consenso también es principio vital de la democracia. Porque la democracia es respeto al disenso, a la diferencia, a la otredad.El problema de la democracia venezolana actual es pretender que se es más venezolano si se es "gobiernero" o menos venezolano si se es "oposición". Ya lo decía el filósofo Fernando Sabater (2014) “Los primeros adversarios de la democracia fueron monarcas de derecho divino y aristócratas, pero después han venido a serlo los partidarios de identidades nacionales, religiosas o ideológicas que se convierten en filtros necesarios a través de los cuales llegan los derechos y los deberes a los ciudadanos.” Los fundamentalistas de la democracia tutelada han pretendido apelar a un nacionalismo metodológico para invocar una cultura endógena, una ciencia endógena, y una patria endógena secuestrada para un sector de la sociedad; esa visión debe revisarse para hacer entrar a Venezuela en el siglo XXI.
Incluso se ha despertado viejas xenofobias y regionalismos simplistas, superados en el tiempo. Somos la Tachiraneidad y por naturaleza nacimos dando cobijo al vecino y al extranjero. En el tiempo de larga duración somos Chibchas, pero también somos motilones, somos humogrías pero también somos arawakos, eso fuimos antes de ser hispanizados; somos españoles, pero también italianos, alemanes, polacos, moriscos, judíos, árabes, turcos; somos afrodescendientes, porque también esa sangre baña nuestras entrañas, heredera de la primera mujer nacida en tierras africanas.

La herencia morisca del griteño se remonta a la batalla de Lepanto, tal como lo reseña Herrera Luque, “Luego de la Batalla de Lepanto, don Francisco de Cáceres, fundador de La Grita, y que había sido cautivo de los turcos por largos años, tuvo seguramente, como lo  refiere la conseja, la ocurrencia de pedirle al rey prisioneros turcos para poblar su corregimiento tan ausente de gente como abundoso de aguerridos enemigos. Cuentan que el  Rey accedió a la demanda y que alrededor de  unos doscientos prisioneros de Lepanto llegaron a la parte alta del Táchira, donde al mezclarse con españoles e indígenas dieron lugar a un tipo físico que tanto parecido guarda con los turcos selyúcidas. En el Táchira más que en ninguna otra parte de Venezuela abundan nombres claramente otomanos como Alí y Omar, al  igual que otros de neta raíz bíblica, tales como Eleazar, Isaías, Samuel, Rubén, Efraín, Josué, Ezequiel y Abel, que si son comunes a cristianos, hebreos y mahometanos, no son usuales entre los primeros.”[44] Esa herencia ha quedado en el inconsciente colectivo del gritense y se reforzó con la interiorización de la moral del trabajo. 
Esa herencia otomana de losgritenses y tachirenses, pareciera estar en consonancia con otro testimonio según el cual, cuando se celebró el nacimiento del hijo de Felipe II en La Grita (1702),[45] entre las personas que desfilaron para la congratulación habían algunos disfrazados con turbantes y trajeados a la usanza musulmán. 

 Esta riqueza en la mezcla de sangres, nos permitió ser reconocidos como el territorio del “realismo mágico” que inmortalizó Gabriel García Márquez. En la Grita, somos la música de cámara con Cristo Antonio González, pero al mismo tiempo, el bambuco y el vals de Miguel Ángel Méndez, Jesús “canito “ Melani, y Ramón Avendaño; pero también somos la tonada de Simón Díaz; la salsa de Cheo Feliciano y el merengue de BillosFrometa. Por eso somos como dijera el teólogo Leonardo Boff “hijos del sentimiento más que de la razón” y eso nos salva; somos más proclives a entender el caos por haber nacido de lógicas polivalentes, y no solo de la lógica binaria occidental. En nosotros cabe lo verdadero, lo falso y lo borroso. Por eso somos más complejos, y paradójicamente más adaptados al cambio. 

Somos lo uno en la diferencia, una Venezuela mestiza, orgullosa de la pigmentación y ser parte del “continente de la esperanza” como nos llamó Juan Pablo II. Somos un collage cultural nacido de la diversidad, somos esa raza cósmica de la que habló José Vasconcelos. Por favor no vengamos a buscar diferencias estigmatizantes entre nosotros en el siglo XXI.

Rechazamos esa disyuntiva inventada que ha sesgado la visión integral de la nación venezolana. Es grave,apostar a una clase mesiánica y salvadora de la patria, todos somos Venezuela. Esta visión excluyente pone en tela de juicio el concepto de nación, conduciendo a una especie de "nacionalismo foquista" que en nada nos ayuda a la pacificación del país. La vida como la democracia es unidad y lucha de contrarios, no separación irreconciliable; “El arte como el hombrese encuentra entredos fuerzas contrariasque lo solicitan: una esla belleza de la serenidad absoluta;la otra, la fascinación del abismo”, escribió Juan Eduardo Cirlot. Elijamos la belleza de la serenidad que nos propicia la democracia entre iguales en la diferencia, y no el abismo que genera el rechazo del Otro por ser diferente.

El "Cordobazo tachirense" ha sido un clarín que nos alerta que la democracia no es una dictadura de elecciones ganadas, sino que la democracia es para todos. Como universitarios fuimos a la mesa de diálogo para apostar a la gobernabilidad del país, inspirados en la ética de la no violencia del MAHATMA GANDHI, aún a costa de ganarnos antipatías por los sectores radicales de bando y bando, que participan en el monopolio de la verdad de la polarizada sociedad venezolana. En aras de la sensatez es necesario deslindar entre los que apostamos a la democracia como forma de gobierno, y entonces debemos observar el camino constitucional, para expresar cualquier descontento por más radical que sea; y los que creen en salidas violentas o de facto vengan de donde vengan, nacionales o internacionales. En consecuencia, la "primavera tachirense",  quizá sea valorada por la historia como la oportunidad que tiene el Estado venezolano para rectificar el modelo que se busca imponer y que requiere del respeto de las dos grandes masas enfrentadas.  
La unanimidad de opinión no es democracia.
En la democracia no hay vencedores ni vencidos, somos todos ciudadanos. Esa polarización infundada nos retorna al siglo XIX, somos una democracia con historia plural en América Latina y el mundo.

Bolívar demostró que la vocación civilista es por esencia diferente a la vocación militar, por eso exceptuó al estudiantado del servicio militar, como una demostración fehaciente del deslinde entre el militar y el ciudadano. Y hoy tendríamos que decir que tampoco son constitucionalmente legítimas las milicias y la guardia del pueblo; es claro que en democracia o se es civil o se es militar, no clases intermedias medio-civiles o medio-militares.  El poder de las armas es uno, y el poder de las leyes es otro. El mérito de Bolívar es doble, pues no solamente deslinda entre el hombre de las Leyes y el hombre de la guerra, sino que deslinda entre ciencia política y ciencia militar; aspectos que para la época estaban íntimamente unidos por la influencia de Napoleón quien encarnaba la unidad de ambos poderes. Antes de la profesionalización de la ciencia militar, la misma persona podía estar simultáneamente representando ambos estados. Por eso es inaceptable que hoy se pretenda fusionar pueblo-ejército y pueblo-partido, por razones de principios, y los principios no se negocian; "la intercambiabilidad entre el hombre de Estado y el Soldado ha terminado definitivamente (decía Wavel)… un solo hombre no puede esperar ejercer ambas vocaciones." (Wavell, 27-28). Entonces cuando un joven tiene esa historia sobre sus alforjas, no puede menos que decir que la paz no se acalla con fortificaciones ni con armas, sino con la ética de responsabilidad democrática. 

Somos herederos de la democracia que Bolívar nos legó al diferenciar entre ciudadano y hombre de armas; “prefiero el título de Ciudadano al de Libertador, porque el primero emana de las Leyes y el segundo de las armas.” No se puede gobernar en democracia con la “guerrera” ceñida; en democracia la virtud armada deber estar subordinada al poder político y a la virtud civil. Así como tampoco se puede mandar en democracia con los poderes públicos tutelados, bien sea con injerencia nacional o internacional; la conquista más grande de la Ilustración y el aporte constitucional de Bolívar para Venezuela fue la separación de los poderes públicos. La Carta Magna de 1999 nos lo ratifica pero no se aplica. Seguimos apegados a principios feudales: “Dios está en el cielo, el rey está lejos, y yo mando aquí”, por eso necesitamos aplicar que la Carta Magna para entrar en el siglo XXI. 

En los últimos años se ha generado una idea errada de que las mayorías mandan a las minorías, las cuales deben ser desterradas y vueltas polvo; semejante idea es errada de todas, todas!; en democracia hasta las minorías,  tienen y han tenido sus espacios de representación. Lo cual no solo es deseable sino necesario. Así que limpiemos los sectarismos y apostemos a la democracia sana y plural. 
            Apostando a la paz!

Somos gandhianos y la resistencia pacífica es la clave de la no violencia.
H. L. Mencken escribió que para cada problema complejo hay una solución clara, fácil y equivocada. Las soluciones fáciles y equivocadas parecen estar al alcance del Gobierno si no demuestra voluntad de diálogo suficiente con capacidad de rectificación, y de la oposición radical que no cree en salidas constitucionales.
Finalmente, no hay atajos, ni para unos ni para otros. La intransigencia y el juego sucio, de algunos sectores de lado y lado, se les pueden volver en su contra. A ambos les interesa cargarse de razón y tratar de ganarse la voluntad de los ciudadanos. Esta es la esencia del pacto social democrático. No está en las amenazas ni en los insultos, ni en las tanquetas ni en las armas de guerra amenazantes, ni en los sobrevuelos de sukhoi, y mucho menos en la servidumbre de inteligencia. Pero tampoco está en la violencia como salida democrática, ni la guerra a palos y piedras, ni en la quema de basura en las calles, ni desmontando las alcantarillas, ni destruyendo bienes ni edificaciones públicas ni privadas; no podemos tapar un error con otro error. Por eso apostamos a una paz que sea sostenible y sustentable.
No podemos seguir apegados a una psicología del hambre que nos ha hecho dependientes mentalmente del "buenismo" social del Estado, todo protector y mega actor.
Debemos superar el complejo de Edipo en lo político. Lo cual se traduce en andar buscando libertadores en el siglo xxi.

Los venezolanos tuvimos un SIMÓN  BOLÍVAR y no queremos más!.
Bolívar es un imaginario social y no necesita yuxtaposiciones.
Tampoco queremos más mesianismos! De ninguno de los bandos en la diatriba política.
Esa dependencia mental ha hecho de los venezolanos que esperemos soluciones milagrosas de mesías encarnados. Nuestro único mesías debe ser Jesucristo, y no esperemos salvadores. El mesianismo político venezolano ha despertado una imaginería en nuestro pueblo que sigue buscando en magos y adivinos del futuro del país. No queremos que nuestro futuro sea una predicción sino una consecuencia de nuestro trabajo y voluntad política.   
Tenemos que demostrar los venezolanos que con 200 años de independencia se ha debido macerar en nuestras venas la voluntad de  construir siempre una democracia sostenible y sustentable políticamente en el siglo XXI.
En el doucentésimo cuarto aniversario del 19 de abril de 1810.
Señoras y señores.
Seguimos apostando a la paz!


[1]José Pascual Mora-García (1963). Filósofo (Universidad Central de Venezuela -Caracas, 1986), Magister en Gerencia Educativa (Universidad Nacional Experimental del Táchira-San Cristóbal, 1994), Doctor en Historia (USM-Caracas, 2001), Diploma de Estudios Avanzados en Historia de la Educación (Universidad Rovira i Virgili-Tarragona-España, 2002) y Doctor en Pedagogía (Universidad Rovira i Virgili-Tarragona-España, 2009). Cursante del Doctorado de Filosofía (ULA). Profesor Titular la Universidad de los Andes-Táchira, Coordinador de la Unidad de Postgrado (ULA-Táchira), Investigador reconocido por FONACIT- ONCTI- 2009 en la  Categoría PPI nivel III.Investigador en la máxima categoría, Nivel C, reconocido actualmente por el Observatorio Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación (ONCTI- 2011), ratificado de nuevo en la máxima categoría, Nivel C, para el año 2013- 2015. Investigador acreditado por el PEI-CDCHT-ULA y Coordinador del Grupo HEDURE-ULA. Investigador asociado al GRUPO Historia de la Universidad Latinoamericana-HISULA de la Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia, Tunja-Colombia. Acreditado investigador por COLCIENCIAS. Past Presidente de la Academia de Historia del Táchira (2005-2008), Past Presidente de la Sociedad Bolivariana del Táchira (2005-2010), Miembro Correspondiente de la Academia de Historia del Nortesantander, Miembro Correspondiente de la Academia Boyacense de Historia, Miembro Honorario del Centro de Historia de Chinácota, y Presiente de la red internacional de la Sociedad de Historia de la Educación Latinoamericana (SHELA,  2011-2015)
[2] Cfr. GARCÍA ESTRADA, Rodrigo (2009) “Los cabildos Antioqueños ante la crisis monárquica, 1808-1812”.,  en Revista Procesos, Revista Ecuatoriana de Historia. Nº 29, Quito, Universidad Andina Simón Bolívar.
[3] QUINTERO, Inés (2009) “Soberanía, representación e independencia en Caracas 1808-1811”, en Revista Procesos, Revista Ecuatoriana de Historia. Nº 29, Quito, Universidad Andina Simón Bolívar,  p. 8
[4] VILLEGAS, José Luis (2010)  Doscientos años de Municipalismo. UCAT- FUNEDA:San Cristóbal, p. 23
[5] QUINTERO, Inés (2009) “Soberanía, representación e independencia en Caracas 1808-1811”., p. 16
[6] Cfr. Acta del 19 de abril de 1810. En Documentos de la Suprema Junta de Caracas. Editada por el Concejo Municipal de Caracas, MCMLX, pp. 50
[7] Cfr. Acta del 19 de abril de 1810. En Documentos de la Suprema Junta de Caracas. Editada por el Concejo Municipal de Caracas, MCMLX, pp. 50-52
[8] Cfr. Acta del 19 de abril de 1810. En Documentos de la Suprema Junta de Caracas. Editada por el Concejo Municipal de Caracas, MCMLX, p. 52
[9] QUINTERO, Inés (2009) “Soberanía, representación e independencia en Caracas 1808-1811”, en Revista Procesos, Revista Ecuatoriana de Historia. Nº 29, Quito, Universidad Andina Simón Bolívar, p. 15. 
[10]José Domingo de las Nieves Rus y Ortega Azarraulia, era un abogado y político audaz y fue enviado como  diputado a las Cortes de Cádiz por Maracaibo entre el 3 de marzo de 1812 y el 10 de mayo de 1814.  [][]Nació en Maracaiboel 4 de agosto de 1768 y murió en Toluca (México) en 1835. Fue uno de los interesados en solicitar a las Cortes de Cádiz el traslado de la Universidad de Los Andes (entonces Real Universidad de San Buenaventura de Mérida) a Maracaibo. Igualmente, solicitó del Rey la independencia de Maracaibo respecto de Caracas, la creación de un ejército provincial, aduanas comarcanas, sistemas impositivos y hacienda pública locales, y una Audiencia territorial y lacustre, igual que la traslación de la catedral. En México (1817-1830) ejerció importantes cargos, como oidor de la Real Audiencia de Guadalajara. Cfr. ORTEGA GANZÁLEZ,, Rutilio (1999). "Rus, José Domingo", Diccionario de Historia de Venezuela, Vol. 3. Caracas: Fundación Polar. LANGUE, Frédérique (2000). Aristócratas, honor, y subversión en la Venezuela del siglo XVIII. Caracas: Academia Nacional de la Historia. RIEU-MILLAN, Marie Laure (1990). Los diputados americanos en las cortes de Cádiz: igualdad o independencia. Madrid: Consejo Superior de Investigaciones Científicas. También ha dedicado a estudiar la presencia en Guadalajara, de este ilustre venezolano, el profesor de la Universidad de Guadalajara, Armando Martínez Moya.
[11] Nos referimos aquí al espacio geohistórico conformado por los cantones que dieron origen a partir de 1856 como la antigua Provincia del Táchira. Cfr. MORA-GARCÍA, J. Pascual (2005) “La Tachiranidad: región fronteriza venezolana”, en SANDOVAL PALACIOS, Juan y Álvarez de Flores, Raquel (Coordinadores) Integración Latinoamericana, fronteras y migración. México: Plaza & Valdés-CEFI.
[12] Cfr. Mapa anexo sobre la Diócesis de Mérida de Maracaibo (1778).
[13] SALAZAR, Temístocles (2001) Constitución del Estado Táchira. Ediciones Universidad Católica del Táchira (UCAT): San Cristóbal., p. 342
[14] Cfr. SÁNCHEZ, Samir (2003) San Cristóbal, Urbs Quadrata, el hecho histórico urbano de la villa venezolana en el periodo hispánico. Ediciones UCAT: San Cristóbal.
[15] Cfr. CLARAC DE BRICEÑO, Jaqueline ( 1996) Mérida a través del tiempo. Universidad de Los Andes. Consejo de Publicaciones: Mérida., p. 57.
[16] Cfr. SÁNCHEZ, Samir (2003) Op. Cit., pp 121 ss. 

[17]  OCARIZ, José Humberto (S/F) La tachiranidad. Ed.  Asociación de Tachirenses Residentes en Mérida: San Cristóbal., p. 25
[18] El Municipio Jáuregui es el nombre que lleva desde 1909, con capital La Grita, y se encuentra ubicado en el Noreste del Estado Táchira. Sus límites: por el Norte con el Municipio Panamericano, Municipio Pedro María Morantes y el Municipio Seboruco, por el Este con el Municipio Uribante-Pregonero y Estado Mérida, por el Sur con los Municipios Andrés Bello, Sucre y Uribante, por el Oeste con los Municipios Seboruco, Michelena y Ayacucho.  Hasta 1975 era el Distrito de mayor extensión en el Estado Táchira. 
[19]  La altitud promedio de La Grita es de 1410 m. al nivel del mar y su temperatura media es de 19º C., es una zona de valles y páramos de gran belleza, destacan el páramo del Portachuelo con 3.070 m., el páramo del Rosal con 3.890 m., El Púlpito con 3.912 m. y La Negra con 4.270 m. En general es relieve irregular y consiste en una sucesión asimétrica de terrazas y montañas abruptas que cubren la mayor porción geográfica del norte del Estado Táchira, formación característica de la Cordillera de Los Andes Venezolanos. El Municipio está cruzado por tormentosos ríos desprendidos de los páramos: El Aguadías, el Río del Valle y la Quebrada de San José, que son afluentes del Grita.
[20]El término comunero evolucionó como categoría historiográfica y literaria como sinónimo de rebelde, igualmente en el siglo XVIII y XIX la figura de los Comuneros _ Ilustración mediante_  adquirió el denotatum de precursores de la libertad y mártires de la monarquía. Indudablemente que La Guerra de las Comunidades de Castilla es el antecedente del levantamiento armado de los denominados comuneros, acaecido en la Corona de Castilla desde el año 1520 hasta 1522, es decir, a comienzos del reinado de Carlos I. Específicamente en las ciudades del interior castellano, Toledo y Valladolid. No hay posiciones definitivas en la interpretación historiográfica, pues hay posturas y enfoques contradictorios. Así, algunos estudiosos califican la Guerra de las Comunidades como una revuelta antiseñorial; otros, como una de las primeras revoluciones burguesas pre capitalistas; y la postura que sostiene que se trató más bien de un movimiento antifiscal. Cfr. Rivero, Ángel. “El mito comunero y la construcción de identidad nacional en el liberalismo español”, en Colom, Francisco. Relatos de nación, construcción de identidades nacionales en el mundo hispánico. Madrid: Iberoamericana. 2005. Tomo I, p. 151
[21] Cfr. Muñóz, Carlos. Los comuneros de Venezuela: una rebelión popular de pre-independencia. Mérida: Universidad de Los Andes, 1971.
[22] Carlos III, por real cédula del 18 de septiembre d de 1777, dictada en San Ildefonso declara la conformación del territorio venezolano integrando a la provincia de Venezuela las provincias de Cumaná, Guayana, Maracaibo y las islas de Trinidad y Margarita. La provincia de Maracaibo abarcaba la región andina, con Mérida, La Grita, San Cristóbal, San Antonio, y Lobatera; estos últimos 4 cantones dieron origen a la provincia del Táchira en 1856.
[23] Con la excepción del trabajo de Lucas Castillo Lara. Cfr. Castillo, Lucas. La Grita, una ciudad que grita su silencio. Caracas: Congreso de la República, 1981. 2 v
[24] Cfr. Diccionario de la Fundación Polar, tomo 3, p. 321, 1997.    
[25]Castillo, Lucas. p. 98.  Cfr. Archivo Histórico de La Grita (A.H.L.G.) Tomo XXVI, Legajo N° 8
[26] Don Valentín García, era el prioste de la Cofradía del Santo Cristo para 1779, y a su vez hermano de Juan José García de Hevia, capitán comunero en 1779. Los comuneros en España fueron evolucionando como una sociedad secreta, paramasónica, creada para conspirar y hacer triunfar los ideales que en otro tiempo inspiraron la fracasada sublevación de las comunidades castellanas contra Carlos I. Los comuneros de La Grita, por su parte, se hacían llamar a sí mismos comuneros, y se diferenciaban radicalmente de los realistas, liderados por el Dr. Antonio Bernabé Noguera, quien era un burgués en ascenso, defensor de los intereses de la Corona española.
[27] Cfr. Mora, Pascual. Las cofradías en La Grita. Mérida: Archivo Arquidiocesano de Mérida, 2008. 
[28]Idem., p. 52
[29] Al efecto hacemos notar los siguientes autores: Contreras, Juan. Comuneros venezolanos. Caracas: Biblioteca de Autores y Temas Tachirenses, 1960; Dávila, Vicente y otros. Los comuneros de Mérida: estudios. Caracas: Academia Nacional de la Historia, 1981. 2 V.; Felice, Carlos. Rebeliones, motines y movimientos de masas en el siglo XVIII venezolano, 1730-1781. 3ª ed. Caracas: Academia Nacional de la Historia, 1977; García, Antonio. Los comuneros en la pre-revolución de la independencia. Bogotá:  Plaza&Janés, 1981;  Rojas, Armando. “En el centenario de la Revolución de los Comuneros venezolanos». En  Boletín de la Academia Nacional de la Historia. Caracas, núm. 255, julio-septiembre, 1981. Rosales, Rafael. «La gesta comunera». En Boletín de la Academia Nacional de la Historia. Caracas, núm. 257, enero-marzo, 1982.
[30]Archivo General de Indias (AGI) Caracas 425. Colección Los Andes. Volumen 106, Tomo I, p. 96 Citado por Castillo, Lucas. Op. Cit. p. 115. Tomo II. (Subrayado nuestro)
[31]Hobsbawn, Eric. Op. Cit. 2002, p. 46                  
[32]Castoriadis, Cornelio.  La institución imaginaria de la sociedad. Barcelona: Tusquets, 1989. (Prefacio de diciembre de 1974 aL´ Institutiónimaginaire de la societé). Pp. 9-10
[33] Cfr. Castillo, Lucas. Op. Cit. 1981.
[34] Cfr. Acta de Adhesión de La Grita. (11 de octubre de 1810). En Chiossone, T. (1981) Historia del Estado Táchira. Ediciones de la Presidencia de la República. Caracas.
[35] Cfr. Milá, Ernesto. “Sociedad Comunera, una masonería a la española”  en Historia Mágica de las dos Españas. Madrid: Tripod / web: http://usuarios.lycos.es/disidentes/arti70.html
[36]Aún cuando Zavala señala en Notas para una introducción que:"Más que representantes de los intereses del proletariado, este grupo era una especie de población flotante dependiente de la marejada política, compuesta”. Cfr. Zabala, Iris. Masones, Comuneros y Carbonarios. Madrid: Siglo XXI, 1971.Por cierto que Iris habla de la cofradía de comuneros, lo cual nos da más basamento a nuestra tesis: “Reprimiendo este espíritu revolucionario y oposición política, el liberal recurrió una vez más a la clandestinidad, esta vez como sociedad secreta, que se convierte ahora es partido decididamente político. La más radical fue la Cofradía de Comuneros (...). Entre los dirigentes figuraban José Moreno Guerra, diputado por Córdoba, y Romero Alpuente. Todos se habían formado en la masonería tradicional, donde aprendieron los principios del progreso, beneficencia y filantropía, así como las teorías de igualdad social y económica promulgadas por Morelly, Mably y Rosseau". Pp. 67-68.
[37] R. O. de Fernando VII, el 13 de enero de 1824.
Cfr. http://bib.us.es/derecho/servicios/common/RealCedulaPoliciaDelReino.pdf
[38]Acta de Adhesión de La Grita. (11 de octubre de 1810). En Chiossone, T. (1981) Historia del Estado Táchira. Ediciones de la Presidencia de la República. Caracas, p. 164
[39] Acta de adhesión de la Parroquia de Bailadores a la Junta Patriótica de Mérida. Idem., pp. 244-246.
[40] Suárez de Paredes, N. (2000) "La noción de territorio en mentalidades campesinas", en Vaccari L., Ruíz T. M., y Suárez de P. N. (2000) Familia, Trabajo e Identidad., p. 117
[41] Jáuregui, J.M (1998) Obras Completas. Tratado de Urbanidad para uso de los Seminarios. (1º edición 1890), p. 12.
[42] Castillo Lara, Lucas (1973) La Grita, la ciudad que grita su silencio. Tomo II, p. 194.
[43] Briceño Perozo, Mario. Los infidentes del Táchira. Ed. BATT.
[44] Herrera Luque, F. (1981) La Historia Fabulada., p.340.
[45] AHLG.  Referido por Lugo, Y. (2000) "Conferencia Inaugural de la Cátedra Libre Jesús Manuel Jáuregui." La Grita.