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Curriculum

José Pascual Mora-García (1963)FORMACIÓN ACADÉMICA

EDUCACIÓN SUPERIOR:

Licenciado en Filosofía (Universidad Central de Venezuela-1986), Magíster en Educación, mención Gerencia Educativa (UNET-1994), y Doctor en Historia (USM-2001). Diploma de Estadios Avanzados (DEA) otorgado por la Universidad Rovira y Virgili- Tarragona, España. (2002)

CARGOS ACADÉMICOS:

1. Profesor de la Universidad de los Andes-Táchira, adscrito al Departamento de Pedagogía en el área de Historia de la Educación, en Condición de Ordinario, Categoría Asociado, y Dedicación Exclusiva. (Desde 1994) Coordinador del Grupo de Investigación de Historia de la Educación (HEDURE).

PREMIOS NACIONALES:

1) Premio Investigador reconocido por el FONACIT de Venezuela en la categoría PPI-NIVEL II (2003-2005).
2. Premio otorgado por el Programa de Estímulo el Investigador (PEI) de la Universidad de los Andes durante los años: 1997, 2001 y 2003
3.) Premio Comisión Nacional de Beneficios Académicos (CONABA) otorgado por la Federación de Profesores Universitarios de Venezuela (FAPUT) durante los siguientes años: Profesor Meritorio nivel II-1998, Profesor Meritorio nivel I-2000, y Profesor Meritorio nivel II-2003.
4.) Premio otorgado por el CONICIT, como investigador reconocido en la categoría Candidato a PPI (1997-2000)

RECONOCIMIENTOS Y CONDECORACIONES
1. Medalla Honor al Mérito Académico otorgada por la Universidad de los Andes, (1997 y 2003)
2. Botón Honor al Mérito en su única clase. Gobernación del Estado Táchira, Dirección de Cultura y Bellas Artes. San Cristóbal, 16 de noviembre de 1999.
3. Botón y Diploma de Alcaldía del Municipio Jáuregui, en la ciudad del Espíritu Santo de La Grita, 1997.
4. Orador de Orden del día de la ciudad de San Cristóbal, el 31 de marzo de 2003. Designado por el Consejo Municipal de San Cristóbal.
5. Orador de Orden en el Reconocimiento a los Hacedores de Cultura en La Grita, por designación del Consejo Legislativo Regional. (2004)

SOCIEDADES Y ACADEMIAS:

1. Individuo de Número y Presidente actual de la Academia de Historia del Táchira. (2004-2006)
2. Presidente actual de la Sociedad Bolivariana del Táchira (2004-2006)
3. Vice-presidente de la Sociedad Venezolana de Historia de la Educación (2004-2006).


CONFERENCIAS Y PONENCIAS INTERNACIONALES:

1. Chile, Santiago de Chile, 1998. IV Congreso Iberoamericano de Historia de la Educación Latinoamericana. Santiago de Chile, del 24 al 29 de mayo de 1998.
2. Popayán-Colombia. III Congreso de Historia de la Educación Colombiana. Universidad del Cauca-Colombia. Popayán, 30 de agosto de 1998.
3. La Habana, Cuba, 1999. II Congreso Internacional de Historiadores Latinoamericanistas. Del 08 al 12 de noviembre de 1999, La Habana-Cuba.
4. Bogota, Colombia, 2000. IX CONGRESO COLOMBIANO DE HISTORIA. 23 de Agosto 2000. Santafé de Bogotá.
5. San José, Costa Rica, 2001. V Congreso Iberoamericano de Historia de la Educación Latinoamericana. Realizado en San José, Costa-Rica. Del 21 al 24 de mayo.
6. Moscú-Rusia. 2001. Academia de Ciencias de Moscú, Instituto para América Latina. X Congreso de la Federación Internacional de Estudios sobre América Latina y el Caribe. Moscú, del 25 al 30 de junio.
7. Santiago de Compostela-España, 2004. III Congreso Internacional Historia a Debate. Universidad Santiago de Compostela, España, del 11 al 23 de junio de 2004

LIBROS PUBLICADOS:

(1986) La Filosofía en la vida de Bolívar. Edición de Artes Gráficas Rondón, Caracas.
(1996) Del Fin de la Historia a la Postmodernidad. Editado por Vicerrectorado-Extensión Universitaria, ULA-Táchira.
(1997) La Escuela del Día de Después. El maestro, la escuela y el saber pedagógico en/desde la postmodernidad. Editado por el Grupo de Investigación de la ULA-Táchira.
(1998) Jáuregui, el Mensajero de los Valores. (Historia de la Educación Institucional en los Andes venezolanos.) Editado por Vicerrectorado-ULA-Táchira, Grupo de Investigación Historia de las Mentalidades, Alcaldía del Municipio Jáuregui.
(1999) Bolívar y la Constituyente. San Cristóbal:ULA-Táchira, Grupo de Investigación de Historia de las Mentalidades-ULA-Táchira
(2000) Universidad, Curriculum y Postmodernidad Crítica. Editado por la UCLA, UNEXPO- UPEL. Programa Interinstitucional de Doctorado en Educación. Barquisimeto.
(2001) La Gerencia y Educación Postmoderna Crítica. Editado por el CDCHT-ULA, Mérida.
(2004) La Dama, el Cura y el Maestro en el siglo XIX. (Historia social de las mentalidades y de la Educación en la vicaría foránea de La Grita y región andina venezolana). Editado por el Consejo de Publicaciones de la ULA-Mérida.
(2005) Imaginario social bolivariano. Ed. Nuevo Tiempo: San Cristóbal. (En prensa)

Además de más veinte artículos publicados en revistas arbitradas e indizadas.

LA FILOSOFIA EN LA VIDA DE BOLIVAR (1986)


Sobre esta obra:

El novel Filósofo, José Pascual Mora García es egresado de la Escuela Superior de Filosofía de la UNIVERSIDAD CENTRAL DE VENEZUELA, en donde presentó el siguiente trabajo de investigación: LA FILOSOFIA EN LA VIDA DE BOLIVAR, Un acercamiento Filosófico-Político a la Ideología Bolivariana. Fue aprobado por unanimidad, siendo el Presidente del Jurado el Dr. Elías Pino Iturrieta (1986).

LA FILOSOFIA EN LA VIDA DE BOLIVAR, ha sido presentado en diferentes Congresos: Congreso de Literatura Tachirense (1986) y Jornadas de Investigación de la Facultad de Humanidades y Educación de la U.C.V., (1986) en donde causó grata impresión.

Asimismo, ha sido presentado ante diferentes Instituciones: Sociedad Bolivariana de Venezuela (Caracas, San Cristóbal y La Grita 1986), en donde una vez más, se señaló la importancia del presente trabajo al ser recomendado como texto de apoyo en lo que se refiere “a la formaci6n personal e intelectual del Libertador como expresión de una personalidad autónoma”, la Cátedra Bolivariana y la filosofía latinoamericana. Es de hacer resaltar que José Pascual Mora García es Tachirense y actualmente es e1 Director del Centro de Estudios Filosóficos—Científicos Latinoamericanos “Simón Bolívar’ con sede en San Cristóbal. Dirige a su vez la Revista “ATAHUALPA”, órgano de formación Filosófica en e1 Estado Táchira. Forma parte de varias agrupaciones culturales en el país, como son: El Taller Poético-Literario “Zaranda”, en donde dirige el Sub-Taller de Filosofía Latinoamericana (San Cristóbal); Organización Galardón “Humogría de Oro” (La Grita); Fundación Amigos del Museo “Recuerdos de la Humanidad” (La Grita); Miembro Asociado de la Sociedad Bolivariana de la Grita Miembro de la Junta Directiva de la Sociedad Bolivariana del Estado Táchira (San Cristóbal); Organiza y Dirige los Programas Radiofónicos sobre Simón Bolívar en la Radio Difusora Cultural del Estado Táchira (San Cristóbal); y es Miembro Asociado de la Sociedad Venezolana de Filosofía (Caracas)

El joven Licenciado José Pascual Mora García entra, con “La Filosofía en la Vida de Bolívar”, en el mundo de los estudios del Libertador y en la bibliografía bolivariana especializada. Su libro, con ser una tesis académica de origen perentorio, tiene la densidad y el alcance del verdadero libro. Por aspectos bolivarianos que pone de relieve —formación, pensamiento, ideología, mensaje futurista— merece la atención de todos los lectores. Mora García, al pergeñar esta obra, prueba que el Libertador fue, entre otras muchas cosas, un hombre típico de su momento histórico. La lectura de este ensayo resulta, sobre muy sugerente, altamente satisfactoria.


Dr. Pedro Pablo Paredes
Presidente de la Asociación de Escritores de Venezuela
Secclonal Táchira

La Escuela del día de después (1997)


Contraportada

Este libro marcha abiertamente en contra del escepticismo y nihilismo light del postmodernismo neonietzscheano. El autor parte de la posibilidad de repensar el Maestro, la Escuela y el Saber Pedagógico en el contexto de las prácticas emergentes, por eso busca una interpretación situada en/desde la Postinodernidad. Aquí la Postmodernidad es vista como alternativa y no simplemente como cementerio de ilusiones. Dedica especial atención a repensar no las prácticas pedagógicas de ayer, ni las de hoy sino las que vendrán, porque la Historia de la Educación también debe preocuparse por la visión propectiva.

Jáuregui, el Mensajero de los Valores 1848-1905 (1998)


Presentación


El autor nos coloca en el compromiso- placer de presentar otro de sus trabajos de investigación. Ese compromiso nace de la tertulia, el diálogo crítico y la fraternidad intelectual, razón por la cual estamos liberados de ser complacientes o caer en elogios banales. Por el contrario pienso que su petición lleva el ánimo de compartir dudas, abierto a la crítica de sus juicios y reflexiones propios de la fragua investigativa.


Este trabajo nos lleva a un «recorrido» histórico que expresa una gramática de la vida, llena de espiritualidad por los valores ancestrales. Aquí Pascual apuesta por una Historia de la Educación en Valores apoyado en el enfoque de las Mentalidades. Desde la figura señera de J. M. Jáuregui se adentra en la Mentalidad Andina venezolana para polemizar contemporáneamente sobre la historia, la historicidad y la historiografía como discursos que pliegan, repliegan y despliegan los saberes que nos constituyen como ciudadanos, con una racionalidad epocal -devenida vinculo- con el legado aportado por quienes lucharon en aquel pretérito para formarnos y que hoy surge en nuestro inconsciente colectivo.

En estas líneas hay juicios llenos de matices polémicos, como corresponde a quien se atreve a emitir y divulgar su pensamiento, clave del proceso de maduración crítica y buena excusa para discutir en el Taller Permanente de Estudios Epistemológicos en Ciencias Sociales (TAPEECS), en nuestros miércoles infinitos que nos unen en fraternal disputa para avanzar en las lides epistémicas. Por ello, quisiera compartir con los lectores la invitación del autor, a fin de contar con sus aportes al diálogo fecundo de lo que estamos siendo, haciendo y diciendo.


Aquí se nos ofrece un panorama jaureguino en el que destacan:


a) Desde la opción epistemológica, cuatro perspectivas plenamente diferenciadas, a saber: la Mentalidad Andina, la Memoria Colectiva Religiosa, la Educación en Valores, y la Historia de la Ciencia. Ellas nos brindan un pre-texto para abordar la idea de conjunto del trabajo: la Mentalidad Andina venezolana, en espera de un estudio más amplio acerca de las nuevas subjetividades que la posmodernidad implanta.

b) Las cuestiones de método y metodologías con las que se abordan los nudos temáticos ofrecen un magma discursivo para indagar una «ontología histórica de nosotros mismos» (Foucault).

e) La inferencia axiológica que el autor hace de los actos y escritos jaureguinos son un insumo para analizar la Educación en Valores.


Dicho lo anterior sólo resta invitar a los lectores para que asistan al placer de encontrar en estas líneas una Voluntad con Sentido, como bella excusa para polemizar acerca de nosotros mismos, a fin de no perdernos en la noche oscura de las apologías banales; pues como dice el autor: «Ser jaureguino no representa un culto al hombre sino una manera de Ser hombre.)>


Gabriel Ugas Fermín.
Rancho Episteme,
Junio-1998.

Bolivar y la Constituyente (1999)


Presentación

Todo en Bolívar deviene en historia porque sus palabras nunca fueron ciegas, y las palabras en la historia avizoran más que los ojos. Por eso, Bolívar es un destino, una intermitencia, un profeta, una vocal que se repite, una posibilidad de resucitar cada vez que los caminos de la crisis llevan a nuestro pueblo a despertar de encantamientos que le estremecen los huesos y desesperan las culpas, Si no fuese así, Bolívar sería una voz de las arenas, un cuento de la soledad, un prisionero fatal del nihilismo histórico. Negar su mensaje imperecedero sería negar la patria existencial, la que dejó establecida su espada y su palabra. Y el que pretenda legislar - por lo menos- para reconstruir la República, no puede soslayar la palabra patriótica del grande hombre, incluso debe llevarla al éxtasis para buscar la adhesión de los ciudadanos, para adecuarla a sus costumbres y condiciones de existencia, Y Bolívar es una vocal que se resiste a la nada, como el personaje aquel que se sentaba en el trípode de Delfos. Los arúspices o pitonisas también pertenecen a la civilización, de lo contrario, Atenas y Roma no existirían para la lógica de Esquilo o la de Artaud.
Ha llegado la hora de repensar a Bolívar incluso en los castillos de la postmodernidad, ahora que el poder, menos que una delegación es una reencarnación del soberano. El tema de Bolívar no es ajeno para el joven y talentoso
historiador y filósofo Pascual Mora; lo viene trajinando desde una década con aportes por demás interesantes y valiosos. Esta vez lo afronta a través de una temática de actualización política e histórica: la Constituyente, como proceso para redimensionar las Instituciones fundamentales del país.
La Constituyente es parte consustancial del pensamiento bolivariano, así lo demostró el héroe en sus discursos en los años 1819, 1821, 1826 y 1830. Con la Constituyente vuelve Bolívar y vuelve Rousseau, para las justificaciones de las nuevas formas de democracia participativa, formas de democracia semidirecta, vale decir: referéndum, mandatos imperativos, poder revocatorio, etc., formas que emergen en los nuevos escenarios políticos del inundo occidental y que han hecho de los principios de la llamada democracia representativa- montesquiana- si no trastos viejos, por lo menos formas dignas de replantearse para adaptarlas a los vientos de cambios que recorren la humanidad. Ya no se conjuga con idolatría ni eficacia a Montesquieu con su lógica de poderes y la ausencia del pueblo en ellos, es decir, está en quiebra la figura del súbdito que aliena su voluntad y obedece a monarcas o partidos políticos o a burócratas, ahora se reinterpreta, no de manera utópica sino realista, las enseñanzas de Rousseau, se realiza ahora y se realza la figura del ciudadano como centro de la lógica de la libertad roussoniana, como personificación de la comunidad política, de la soberanía, de la presencia directa del pueblo en las decisiones fundamentales del poder, como mediación contractualista entre el poder y su legitimación para reducir a la mínima expresión la separación cada vez más pronunciada entre el Estado y la sociedad civil donde se funda la lógica montesquiana. Esta reafirmación del ciudadano en desmedro del súbdito es lo que hace volver a Bolívar y a Rousseau ahora que los límites de la democracia liberal se están despedazando; por eso se habla de refundar repúblicas más allá de esos límites, gústeles o no a quienes creen que Bolívar no debe salir de los límites de su muerte en 1830.
Es un acierto de Pascual Mora replantear la figura del ciudadano en estos tiempos de Constituyente como perpetuum mobile de la ideología bolivariana, centrada tanto en la noción de soberanía popular como en la noción de pueblo, pasando obligatoriamente por el concepto del poder moral como resalte de la virtud patriótica para vencer la corrupción en tanto lógica política. Mora-García coloca el debate de la Constituyente en sus justos términos: políticos, morales e históricos y no simplemente en la trampa leguleya Por eso el titulo del trabajo de este acucioso pensador tachirense no es un señuelo bolivariano sino una propuesta teórico-política digna de discutirse en cualquier escenario de la hermenéutica histórica sobre el Bolívar andante. Bolívar fue un poema fundacional: todo en él deviene en historia


Prof Temistocles Salazar.


La Gerencia y la Educación Postmoderna Crítica (2001)



PROLOGO

Cuando el lector baja al ruedo y se enfrenta con la obra nueva y desconocida, siente una esperanzada ansiedad. El título y la introducción vislumbran ideas, novedades conceptuales y hasta sorpresivas propuestas. La curiosidad está servida en mantel de expectativas para continuar la transformación de la estructura social y para aclamar la muerte de la rutina. A partir de este momento, llega la hora de la verdad.
Leí las galeradas de la nueva obra del profesor Mora-García con lacerante espíritu crítico, buscando la razón para, sin saberlo, intentar llegar a la sin razón. Y la razón se asombró. Además leí la obra neonata en México, precisamente en una semana de juicio en la que tembló media República, hasta 5,6 en la escala de Richter, y se inundó el desierto de las altas tierras de Monterrey con una triste realidad necrológica. Estaba en medio de la incertidumbre y metido en el corazón del caos. Entendí entonces lo importante que es simbiotizar con el contexto para entender la realidad que no es ni triste ni alegre, sino por el contrario, como ruptura definitiva con el eterno esquema maniqueo. En esa realidad, de esa manera, y sin que pueda ser de otra comencé la lectura de un texto aún «libre». Las páginas pasaban y traían aires nuevos con arpegios portadores de nuevas bromas que sonaban a estridencias; pero, no. Consistía este fenómeno en una duda engendrada por la prisa. Era preciso leer despacio, muy despacio, y ayudarse de material de apoyo para tener clarividencia de lo dicho sin desenfoques interpretativos en la decodificación del mensaje. La obra se hace densa por la novedad del mensaje y por el exuberante, pertinente y rico apoyo nacido de autores cuya pertenencia a diversos paradigmas, escuelas o tendencias dan un surtido “collage” para que el lector juzgue, elija y se quede con lo que sea a su parámetro de interpretación del mundo y de la vida actual.
Cuando terminé la lectura, que en cada página nueva me unía más al autor, emití un primer juicio en el silencio del avión que me devolvía a Venezuela desde la querida ciudad de Monterrey. Este libro es una veta inagotable, y de longitud casi inalcanzable, para la reflexión. Sugiere tanto, que lo que dice en su texto expreso con un lenguaje denotativo y fático es apenas sugerente comparado con la propuesta de dejar libre toda la personalidad para que vuele, con la libertad que da lo original y lo creativo, por donde bien le plazca como Icaro eternamente curioso. También vi esta obra como un instrumento útil para darle vueltas y contravueltas a una cotidianidad que obnubila la razón hasta consumirla en su impotencia. Así fue como surgió la necesidad de una segunda lectura, aquella que Fernández Huerta decía que era e1 escalón apropiado para la lectura creativa. Sin querer, o porque la obra así lo sugiere había llegado al umbral de la incertidumbre. Las ideas van y vienen sin estar sujetas a la rienda, clara evidencia de los tiempos que vivimos, en todos lados nos esperan y en cualquier dirección podemos ir.
A esta forma de lectura me refería cuando en principio hablé de “una óbra para la reflexión”. Creo que así hay que leerla, ausentes, los dogmatismos convergentes; pero presentes: la imaginación, lo intangible y lo divergente cuyo máximo exponente es la creatividad. Allí empieza la búsqueda del equilibrio.

Dr. Adalberto Fernández A.
Catedrático de la Universidad Autónoma de Barcelona-España.

La dama, el cura y el maestro en el siglo XIX (2004)



PROLOGO (Fragmento)

...
Ahora, bien, hacemos esta breve introducción para contextualizar “en el tiempo” la obra que el lector tiene entre sus manos y cuyo autor es el profesor José Pascual Mora-García, puesto que la misma se inscribe en la corriente historiográfica fundada en 1929 a partir de la publicación de Anuales y alimentada por la obra de Bloch, Febvre y sus discípulos en este transcurrir del siglo XX y cuya influencia renovadora si bien ha llegado a nuestros países por diferentes vías, en nuestro caso tomó una ruta de filiación directa con el magisterio de Bloch a través de François Chevalier, discípulo de Bloch, cuya labor de investigación y formación en México prendió en la obra historiográfica de Federico Brito Figueroa y luego en nosotros, para construir también en el tiempo una corriente de pensamiento histórico en Venezuela que con sus particularidades puede aprecíarse más allá de la obra del maestro Brito Figueroa en estudios como el que tenemos el gusto de presentar al lector venezolano en esta oportunidad.
Se trata, de la tesis doctoral de José Pascual Mora-García, escrita y elaborada en un momento histórico que más que una época de cambios se parece más a un cambio de época por lo que significa en su condición de encrucijada intelectual y de crisis del pensamiento histórico dominante, como lo fue —salvando las distancias— el período de formación de aquella generación de historiadores a la que pertenecieron Bloch y Febvre y que en el caso de la historiografía de nuestra segunda mitad del siglo XX se puede describir como el tránsito de una historia económica y social a una historia de las mentalidades y de las representaciones sociales; de una historia de la vida material a una historia de los imaginarios colectivos; de una historia con ambición de totalidad a una historia “en migajas” como la describe Francois Dosse; de una historia social fundada en las determinaciones objetivas de la realidad a una historia discursiva orientada por el sentido de lo subjetivo, de lo simbólico, en fin, de una historia como ciencia de los hombres en el tiempo y de las dinámicas sociales a una historia como discurso alimentado por las expectativas de la crítica y reflexión de la postmodernidad. Es, en este escenario de crisis global de un modo de vida y de pensar, lleno, por tanto, de búsquedas y de respuestas temporales, donde hacemos labor de historiador, donde escribimos y enseñamos, pero también, donde hacemos historia. Y es en este contexto ideológico en el que aparece esta excelente obra del Prof. Mora-García.
...

Reinaldo Rojas
El Eneal (Estado Lara)
Noviembre de 2003

Imaginario Social Bolívariano (En prensa)

Imaginario
Social
Bolivariano


FÁBRICA DE HÉROES

“Bolívar ocupa un reino aparte entre los hombres y Dios”.

LAUREANO VILLANUEVA 1896

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“Desdicha al pueblo que tiene necesidad de héroes”[1], constataba el filósofo alemán Georg Wilhelm Friederich Hegel. Frase, por cierto, muchas veces citada, pocas veces comprendida en el esplendor de su sentido. Si seguimos su razonamiento podría concluirse que una sociedad sin héroes nacionales debe transitar un feliz desarrollo histórico, sin mayores dramas ni episodios patéticos. La ausencia de ellos podría ser, en relación a la formación de las naciones, enteramente sustituida por el folklore nacional, la adoración religiosa, el relato oral o por la llamada cultura nacional. De esta manera se reforzaría la experiencia de la discontinuidad en la formación del Estado y la Nación. Estamos en presencia de un escepticismo social en relación al héroe.

También lo contrario sería verdad en la amonestación hegeliana. Los pueblos tienen una necesidad casi patológica de héroes nacionales y de su creación depende su supervivencia y unidad. En este caso el pathos de una nación como la venezolana sería altamente heroico y, en consecuencia, la desdicha marcaría su destino histórico. Sin embargo, hay mucho abultamiento racional germánico acá, esa propensión del alemán moderno al enrevesado pensamiento abstracto (al dumpfen intellecte de Nietzsche), como para pensar que un pueblo de tierra caliente, nuestra América morena, pueda ceñirse a estos postulados. Ya se ha afirmado y comprobado que el discurso que gobierna nuestro pensamiento es más mágico que lógico. “Somos pueblos de biografía más que de historia”, sentenciaba, ahora sí uno de los nuestros en 1930, Mariano Picón-Salas[2]. La historia no puede aparecer ante nuestros ojos sino como una magnifica epopeya de nuestros héroes. La concepción de fuerza social es demasiado abstracta y preferimos construir la unidad y coherencia de la sociedad a través del horizonte de una personalidad, del rostro fulgurante de un héroe. Así se convierte la historia en un juego de contemplación, de alarde, de espectáculo, de repeticiones estériles. El héroe es su fuerza reguladora: unifica y cohesiona, pero también distorsiona sobre todo a nivel del ethos. Nos falta un equilibrio cultural entre el ethos y el pathos. La transformación de la vida social depende obstinadamente de un permanente culto al héroe que revuelve y condiciona todo el fondo de nuestro ser histórico. Hay en el venezolano un exceso de apetito simbólico que tampoco nos deja mirar bien el fondo de sí mismos.

El estudio de la simbólica y el imaginario de la nación ocupa en el país desde hace por lo menos una larga década un lugar privilegiado, aunque aún con cierta timidez, en los trabajos de historiadores, sociólogos, cientistas políticos y antropólogos. Y a pesar de esto, el análisis de los imaginarios sociales y políticos no se ha aún concertado con la fuerza teórica y empírica suficiente como para desarrollar un análisis específico del fenómeno heroico. Precisamente este es uno de los valores del trabajo del profesor Pascual Mora-García (Universidad de Los Andes-Táchira) que hoy tengo el gusto de presentar: Imaginario Social Bolivariano.

¿Qué es un héroe nacional? ¿Cómo se construye? ¿Cuál es el imaginario social subyacente a su creación? ¿Han existido siempre esta clase de personajes simbólicos? ¿Cuándo y cómo se les crea? ¿Para qué sirven? ¿Es posible crear tendencias unificadoras nacionales sin su existencia? ¿Qué diferencia establecen ellos con los personajes de leyendas, con el heroísmo romántico o con la simple popularidad? ¿Para ser popular es necesario apoyarse en lo heroico? ¿Todo hombre de genio termina ineludiblemente en héroe? Acaso no sea el propósito de este libro responder a estas preguntas, pero su argumentación y método apuntan hacia la exploración de las mismas; así sea someramente, pero no andando sobre caminos de nieve sino surcando huellas que invitan a seguirles en la explicación de nuestro proceso histórico, político y social. En cada uno de sus capítulos, Mora-García devela importantes cuestiones en relación a la forma como la nación venezolana ha ido construyéndole rostros a Bolívar, pater noster, amparada en los enunciados de un discurso del poder que no hace sino crear la raíz y el rostro heroico como gesta legitimadora de su dominación. Se convierte, así, nuestro proceso histórico en una fábrica de héroes que vienen a saciar aquel “apetito simbólico” que está en la base primaria de toda historia. Aprovechemos las líneas que siguen para discutir algunos puntos relacionados con el concepto básico de este libro.

LOS LUGARES DEL IMAGINARIO

Los imaginarios sociales se construyen no tanto desde la representación como del discurso. Discurrir no es representar, es narrar, es crear sentido a la acción, es conquistar un espacio de representación, escribir la realidad, la ley, la legalidad, la legitimidad. El discurso ordena y establece las fuentes de toda autoridad. Para que una representación sea efectiva se necesita un discurso creador de sentidos y símbolos que luego fijan la representación. En el caso venezolano, representaciones del tipo: “Bolívar, padre de la patria”, “creador de la nacionalidad”, “fundador de la república” sólo son eficaces en la medida en que un discurso las fija como verdaderas en la conciencia colectiva. Así sean luego fuente de confusión, como por lo general ocurre, entre conceptos tales como los de patria, república y nación. Lo importante es que se crea una identificación entre conciencia nacional y culto a los héroes sobre cuya base se logra la unidad política y se legitima el poder de la estructura de dominación y exclusión. La eficacia de la representación pasa, en consecuencia, por un discurso.

Para avanzar en esto de la creación de los imaginarios es necesario no quedarse en un análisis de las representaciones stricto sensu; tampoco privilegiar lo que podrían llamarse percepciones sociales a la hora de constituir la estructura imaginaria. No es que el imaginario sea “el conector de toda representación humana”, como lo señala el autor, sino que genera las condiciones para aprehender y recrear el mundo. Sus funciones psicológicas y sociales son puestas en evidencia en diferentes niveles. En lo individual, todo lo presagiado, lo soñado, sirve de base a futuros proyectos; las ficciones se convierten, por lo general, en referentes culturales de una colectividad; las mitologías sociales contribuyen a cimentar la sociedad; las utopías, en fin, preparan el cambio. El imaginario, más que conector, proporciona el fundamento y el contexto, es la estructura significante, que tiende a devenir real; suerte de prisma mediante el cual se mira y entiende el mundo. Más aún, posibilita como el autor mismo lo desarrolla en uno de los capítulos, un tiempo existencial: “los venezolanos tenemos el tiempo antropológico signado por Bolívar”.

No obstante, en todo análisis sobre el imaginario no se puede poner como punto de partida esa especie de núcleo representativo que remite por fuerza a una historia de las mentalidades o del pensamiento. El punto de partida radica en otro lugar: el dispositivo de poder (en el sentido de Foucault[3], autor tratado por Mora-García cuando habla de las relaciones saber/poder), con todo y lo que la palabra poder tiene de enigmática. Vale decir, el lugar desde donde se producen los enunciados, los discursos y, por consiguiente todas las formas de representación, que se erigen en criterios de verdad. Para explorar enunciados como los que aparecen en este libro (“Bolívar es un imaginario para los venezolanos. Se nos metió por una rendija del alma, y desde entonces anima nuestra existencia”) es necesario examinar el dispositivo de poder que los hizo posibles, como instancia productora de prácticas discursivas. En este aspecto, el análisis discursivo del imaginario permitiría captar sus rasgos en el punto preciso donde se forma. ¿A qué hay que referir y dónde hay que buscar esa formación del imaginario? No se puede evitar, me parece, pasar por la representación, el sujeto, etc., pero tampoco se puede evitar pasar por esas tácticas y estrategias del poder, que dan origen a afirmaciones, a creencias, a negaciones, a experiencias; en suma, a todo un juego de verdad. Discurso, dispositivos de poder, juegos de verdad son aquellos lugares que subyacen a todo imaginario. A su vez que permiten la producción de enunciados del tipo: “Bolívar ha dejado de ser el hombre que existió históricamente, para convertirse en un género literario, está en la plaza pública pero también está en el altar junto a las imágenes religiosas”. El concepto de imaginario debe ser considerado menos como una forma de representación que como un modo de crear los acontecimientos, caracterizados siempre por exclusiones y condiciones restrictivas. El discurso sobre un hecho histórico pertenece también a lo que produce ese hecho en la medida en que abre el campo de posibilidad a la vez que su aceptabilidad. El imaginario no imita ni representa, sino que constituye una realidad. No obstante, hay que evitar constituir sobre prejuicios y modos que no son sino deformaciones. Esto es, hay que superar los mecanismos inconscientes que gobiernan a quien participa inevitablemente del imaginario colectivo de su tiempo.

LOS USOS DEL IMAGINARIO

Se supone que un imaginario heroico como el bolivariano, se convierte en la grandeza de Bolívar puesta al servicio de todos los venezolanos. Pero no siempre resulta así. Al héroe se le puede apropiar con motivos inconfesables. No sólo para justificar la estructura de dominación, sino para en su nombre y recurriendo a los atajos que siempre han estado presentes en la historia de Venezuela, instaurar regímenes totalitarios. Todos los caudillos de nuestro trágico siglo XIX, sin excepción, gobernaron acudiendo al imaginario bolivariano. El orden y el caos imperantes se disimulaban con la fanfarria trompetera y patriótica de giro mesiánico: saldremos de este estado de naturaleza, para pasar al estado de cultura con la ayuda del divino Libertador, imagen para los venezolanos de sacrificio y audacia. Pero la audacia con ignorancia resulta un arma letal, en especial a nivel histórico. Nunca hay que olvidar la moral y las luces como nuestras primeras necesidades. Los mecanismos de la heroización pasaron por la creación del “culto a Bolívar” (Carrera Damas), muy bien logrado, por cierto, desde el mismo momento en que el gobierno del General Páez, uno de los parricidas de 1829, se convierte en portavoz del culto ”para limpiar de aquella mancha la conciencia nacional”. Enunciado que marcará la con/fusión de Bolívar con la conciencia nacional.

Desde entonces el bolivarianismo se convierte en un espacio de representación nacional, pero también, y más importante, deviene un principio de gobierno y factor de superación nacional. Así no se alcance mayor cosa en su nombre, pero su rango de héroe permite disimular las carencias de la sociedad venezolana en sí misma. Colmando no sólo el espacio civil sino también, con mayor fuerza, el militar y el religioso, el culto protege la debilidad de las instituciones y justifica la emergencia de todo tipo de régimen de dominación. El mismísimo pueblo donde nació Bolívar ha visto a muchos gobernar en su nombre: desde los conservadores censitarios de José Antonio Páez hasta la totalitaria revolución de Hugo Chávez, que lleva la muletilla de “bolivariana”, para ser original; pasando, por supuesto, por la autocracia ilustrada de Antonio Guzmán Blanco, por el “fiero caudillaje” del entresiglo, por la larga tiranía de Juan Vicente Gómez, por la década militar Delgado Chalbaud-Pérez Jiménez y, finalmente, la experiencia democrática partidista y representativa. Todos, sin excepción, han basado sus proyectos políticos sobre un régimen emocional, de adhesión ciega a una supuesta transformación “bolivariana” que nunca llega. Allí puede verse la debilidad de la historia como fuerza reguladora, pero también se ha visto, algo que el autor deja entrever en una de sus páginas, como el imaginario bolivariano “ha sido utilizado perversamente para manipular al pueblo (...) ha sido utilizado para legitimar los discursos históricos en torno a la verdad”.

En cierto sentido, podría decirse que el culto a Bolívar –componente del imaginario nacional, par excellence-- opera del mismo modo que la literatura: recoge con frecuencia emociones y adhesiones que en su origen son ficciones discursivas, pero que dependiendo de la habilidad retórica del gobernante de turno crea patrones de conducta que confunden al pueblo e incitan a la acción. En Venezuela, cualquier discusión sobre el modo de gobierno y los planes de desarrollo es finalmente una discusión sobre el uso del imaginario bolivariano. Imaginario fundacional que no siempre está exento de causar problemas. Uno de estos es aquella tendencia, en especial cuando el dispositivo de poder está en manos de militares, a interrumpir las libertades democráticas para supuestamente profundizar en ellas.

En breve, el profesor Mora-García, nos invita a adentrarnos en cada una de estas problemáticas con rigor analítico, seriedad histórica y preocupación venezolana. Esta obra viene a completar su ya amplio y continuo programa de investigación bolivariano que arranca desde 1986 con La filosofía en la vida de Bolívar, su Reclamo en la tierra de Bolívar (1989) y Bolívar y la Constituyente (1999). Muchas cosas quedan por decir, no menos por desarrollar. Pero de lo que sí estamos seguros es de que las reflexiones a que invita este libro siempre serán útiles para repensarnos como pueblo, con débil memoria e inmerso en situaciones históricas frágiles, no fundamentadas en postulados racionales, refugiadas en actitudes simbólicas y mágicas, donde el logos cede espacio al pathos. Lo que podría insinuar que la adhesión al héroe no significa más que una práctica transitoria de largo aliento que viene a dibujar la existencia en el venezolano de un deseo narcisista y, finalmente, poco consistente. La felicidad de los pueblos sin héroes puede ser francamente declarada. Y, lo que es más importante, los grandes episodios de su historia nacional pueden sobrevivir sin ellos. A fin de cuentas, de qué sirve tener como modelo a grandes hombres, si el discurso del poder los suele convertir en peligrosa arma para dar al traste con los más preciosos valores del ser humano, la libertad entre otros. Pareciera que Hegel no estaba equivocado del todo.

Mérida, octubre, 2005.

Luis Ricardo Dávila

Coordinador

Grupo de Estudio de los Imaginarios (GREIMAS)

Universidad de Los Andes




[1] Hegel, G.W.F., Correspondance, Gallimard/Tel, París, 1990, p. 98.

[2] “Hiapano América, posición crítica” (Conferencia en la Universidad de Concepción, noviembre de 1930), en Intuición de Chile y otros ensayos en busca de una conciencia histórica, Biblioteca Americana, Santiago de Chile, 1933, p. 81.

[3] La definición de Foucault es admirable: “(...) el poder no es una institución, y no es una estructura, no es cierta potencia de la que algunos estarían dotados: es el nombre que se presta a una situación estratégica compleja en una sociedad dada”, El discurso del poder, Folios, México, 1983, p. 175.