Vistas a la página totales

Bolivar y la Constituyente (1999)


Presentación

Todo en Bolívar deviene en historia porque sus palabras nunca fueron ciegas, y las palabras en la historia avizoran más que los ojos. Por eso, Bolívar es un destino, una intermitencia, un profeta, una vocal que se repite, una posibilidad de resucitar cada vez que los caminos de la crisis llevan a nuestro pueblo a despertar de encantamientos que le estremecen los huesos y desesperan las culpas, Si no fuese así, Bolívar sería una voz de las arenas, un cuento de la soledad, un prisionero fatal del nihilismo histórico. Negar su mensaje imperecedero sería negar la patria existencial, la que dejó establecida su espada y su palabra. Y el que pretenda legislar - por lo menos- para reconstruir la República, no puede soslayar la palabra patriótica del grande hombre, incluso debe llevarla al éxtasis para buscar la adhesión de los ciudadanos, para adecuarla a sus costumbres y condiciones de existencia, Y Bolívar es una vocal que se resiste a la nada, como el personaje aquel que se sentaba en el trípode de Delfos. Los arúspices o pitonisas también pertenecen a la civilización, de lo contrario, Atenas y Roma no existirían para la lógica de Esquilo o la de Artaud.
Ha llegado la hora de repensar a Bolívar incluso en los castillos de la postmodernidad, ahora que el poder, menos que una delegación es una reencarnación del soberano. El tema de Bolívar no es ajeno para el joven y talentoso
historiador y filósofo Pascual Mora; lo viene trajinando desde una década con aportes por demás interesantes y valiosos. Esta vez lo afronta a través de una temática de actualización política e histórica: la Constituyente, como proceso para redimensionar las Instituciones fundamentales del país.
La Constituyente es parte consustancial del pensamiento bolivariano, así lo demostró el héroe en sus discursos en los años 1819, 1821, 1826 y 1830. Con la Constituyente vuelve Bolívar y vuelve Rousseau, para las justificaciones de las nuevas formas de democracia participativa, formas de democracia semidirecta, vale decir: referéndum, mandatos imperativos, poder revocatorio, etc., formas que emergen en los nuevos escenarios políticos del inundo occidental y que han hecho de los principios de la llamada democracia representativa- montesquiana- si no trastos viejos, por lo menos formas dignas de replantearse para adaptarlas a los vientos de cambios que recorren la humanidad. Ya no se conjuga con idolatría ni eficacia a Montesquieu con su lógica de poderes y la ausencia del pueblo en ellos, es decir, está en quiebra la figura del súbdito que aliena su voluntad y obedece a monarcas o partidos políticos o a burócratas, ahora se reinterpreta, no de manera utópica sino realista, las enseñanzas de Rousseau, se realiza ahora y se realza la figura del ciudadano como centro de la lógica de la libertad roussoniana, como personificación de la comunidad política, de la soberanía, de la presencia directa del pueblo en las decisiones fundamentales del poder, como mediación contractualista entre el poder y su legitimación para reducir a la mínima expresión la separación cada vez más pronunciada entre el Estado y la sociedad civil donde se funda la lógica montesquiana. Esta reafirmación del ciudadano en desmedro del súbdito es lo que hace volver a Bolívar y a Rousseau ahora que los límites de la democracia liberal se están despedazando; por eso se habla de refundar repúblicas más allá de esos límites, gústeles o no a quienes creen que Bolívar no debe salir de los límites de su muerte en 1830.
Es un acierto de Pascual Mora replantear la figura del ciudadano en estos tiempos de Constituyente como perpetuum mobile de la ideología bolivariana, centrada tanto en la noción de soberanía popular como en la noción de pueblo, pasando obligatoriamente por el concepto del poder moral como resalte de la virtud patriótica para vencer la corrupción en tanto lógica política. Mora-García coloca el debate de la Constituyente en sus justos términos: políticos, morales e históricos y no simplemente en la trampa leguleya Por eso el titulo del trabajo de este acucioso pensador tachirense no es un señuelo bolivariano sino una propuesta teórico-política digna de discutirse en cualquier escenario de la hermenéutica histórica sobre el Bolívar andante. Bolívar fue un poema fundacional: todo en él deviene en historia


Prof Temistocles Salazar.